Blog del ciudadano Javier Sánchez

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Abrirse a la sociedad y su diversidad o morir

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Y finalmente se realizaron las elecciones internas en el PS. Tras varias postergaciones y la demora del TS en entregar los resultados, que igual cuesta encontrarlos en el sitio web del PS, finalmente 20.909 militantes socialistas, de un padrón 5 veces mayor, eligieron a sus miembros del Comité Central. Entre los “presidenciables” Andrade obtuvo 4.864 votos, Elizalde 2.156, Rossi 1.800 y Díaz 1.600, es decir 10.420 votos o la mitad de los que votaron.

Para los que tuvieron que hacer la pega del acarreo seguramente estas cifras son un verdadero éxito. Ya con lograr más de los 13 mil electores del PPD era un triunfo. Pese a eso nadie dice que son menos votos que la última elección.

Y aunque algunos se molestaron con mis bromas en twitter, como “Los 80 mil que no votaron quieren saber a quienes eligieron los otros 20 mil” o mis comparaciones respecto a las votaciones que obtuvieron los candidatos ancla en sus respectivos feudos, comparándolos con los concejales menos votados, sigo creyendo que es necesario hacer una lectura más profunda de esto resultados.

Porque justamente muchos, quizás la mayoría de quienes no votaron, son quienes más años de militancia efectiva y verdadera tienen, quienes son más críticos al estancamiento político-social-electoral del PS de las últimas décadas y quienes más experiencia o formación política exhiben.

Esto que ocurre en el PS y en el PPD y que sin muchas diferencias se repetirá en el PDC, es un síntoma del estado actual del sistema político chilensis atravesado por el sistema binominal, un sistema de gobierno presidencialista y la desidia intelectual y orgánica de los partidos, devenidos en agrupaciones de lotes de poder.

Tras esta nueva muestra de ausencia total de autocrítica por parte de los partidos de la Concertación que se resisten a ser oposición, sólo queda esperar seguir cuesta abajo en la rodada hasta tocar el fondo, que cada vez parece estar más cerca. Así, nadie debiera llamarse a sorpresa cuando en algunos años los chilenos terminen eligiendo un presidente del tipo Abdalá Bucaram o un Color de Mello, o decenas de parlamentarios del tipo Marcela Sabat que terminen por destruir el actual ordenamiento que la Constitución pinochetista no permite (y muchos no quieren) cambiar.

Y aunque es cierto que el binominal y la Constitución antidemocrática que tenemos están en la base de las explicaciones de este proceso político terminal, el voto voluntario que la mayoría de los partidos está por aprobar será el tiro de gracia a este sistema porque, como ya lo han señalado hasta el cansancio los especialistas, será socialmente elitista, urbanamente concentrado y viejo. O sea tendremos en la sociedad repetida esta anemia de participación democrática que desde hace rato venimos viendo en los partidos.

¿Qué hacer entonces?. Posibilidades de respuesta seguramente hay muchas desde muchas ópticas distintas. Yo prefiero quedarme con un sencilla y nada creativa: mirar experiencias como las del Frente Amplio del Uruguay que lejos de la coalición monolítica en la que se quiere transformar la Concertación, se autodefine en su propio reglamento interno como “una entidad política autónoma, distinta y diferenciada de las fuerzas que la integran”. Es decir se puede estar en el FA y no pensar igual que los otros, sin el riesgo que te expulsen o te califiquen de díscolo como ocurre en Chile. Cada partido conserva y cultiva su historia e identidad, valores y principios, con el norte común de alcanzar una patria más justa. Qué más simple que eso.

Pero la gracia está en que temprana y quizás hasta instintivamente el Frente Amplio entendió que no podía desarrollarse sobre la base de acuerdos entre partidos: se necesitaba a la sociedad expresada en su orgánica. Así hoy el FA agrupa a los partidos tradicionales pero también a otros actores sociales, culturales y temáticos de la sociedad uruguaya.

Por cierto, también tienen un secreto para que todo esto resulte: en lugar de crear normas rígidas y disciplinarias como las que pretendió impulsar la Concertación, por ejemplo, incorporando en la ley de partidos políticos la “orden de partido”, en el FA existe consenso en que lo que los fortalece es el debate intenso, amplio, abierto, con respeto pero sincero, con y de cara a la gente. La discusión de la ley de aborto es un ejemplo de ello.

Renovarse no tiene que ver con usar las nuevas tecnologías, renunciar a ideas, identidades e historias o recurrir a las manidas caras nuevas (aunque muchas de ellas tengan ideas conservadoras). Renovarse tiene que ver con la forma en que hacemos las cosas. Y aunque para algunos suene retrógrado, creo que un buen texto para reflexionar y discutir este punto es uno de la mítica Marta Harnecker titulado “Ideas para la lucha”, donde dice que la clave es “respetar las diferencias y flexibilizar la militancia”, que no es otra cosa que hacerse cargo de la nueva realidad social y política de Chile y el mundo, donde los partidos no son ni ocupan el lugar de antaño.

Creo que da lo mismo quien gobierne los partidos si al final los esfuerzos orgánicos se diluyen tras las elecciones y terminan siendo sólo comparsa de un sistema que los denosta y desprecia y que, como si fuera poco, viene instalando con éxito esa idea en la sociedad hace 37 años.

Hay que abrirse a la sociedad y su diversidad, o morir.

Written by ciudadanojaviersanchez

julio 31, 2010 at 17:52

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