La funa que faltaba

Durante muchos años nuestros oídos han escuchado reiteradamente, citados en innumerables procesos judiciales, los nombres de asesinos y torturadores como Pinochet, Gordon, Contreras, Arellano Stark, Herrera Jiménez, Vargas Bories, Romo y Krasnoff. Otros, que lograron eludir, por distintas razones, la justicia pública y formal, han recibido la justicia de mano de los ciudadanos organizados que no están dispuestos a olvidar ni menos a perdonar y que conocemos como la Comisión Funa.

Esta práctica que, lejos de desaparecer, con el tiempo ha ido consolidándose como símbolo de la conciencia colectiva, ha recorrido muchas calles y comunas para dejar en evidencia a esbirros de la dictadura convertidos hoy en “buenos vecinos” o “ejemplares compañeros de trabajo”. Eso significa en la vida de estos delatores, agentes y soplones, tener que mirar diez veces antes de asomarse a la puerta de su casa y en no pocos casos, tener que cambiarse de domicilio para evitar ser señalados con el dedo.

Pero pese al tiempo transcurrido faltaba una funa: la del asesino de Víctor Jara. En la justicia se avanzaba lentamente en las diligencias, pero no había nombres concretos. Sin embargo eso cambió y por fin un personaje con nombre y apellido apareció, silenciosamente, declarando en el proceso en calidad de inculpado: Edwin Dimter Bianchi. Por eso, al no ser público hasta entonces este dato, mucha gente no entendió que hacía la Comisión Funa hace algunas semanas atrás frente al edificio del Ministerio del Trabajo.

Es que de verdad era impensable no sólo que quien aparece como eventual asesino del cantautor estuviera trabajando en un ministerio, sino que además ocupara el cargo de jefe del Departamento de Control de Instituciones de la Superintendencia de AFP. Por eso es que también Dimter Bianchi más que cubrirse de golpes y empujones realizó sus mayores esfuerzos por no ser fotografiado. Lamentablemente para él, su rostro no sólo fue visto en televisión y su nombre difundido por distintos medios de comunicación, sino que también se ha distribuido masivamente a través de Internet.

Este caso, y esta situación, reponen aquella vieja preocupación e indignación, manifestada muchas veces por intelectuales como Benedetti y Cortázar en sus escritos, de que en plena democracia no sepamos si la persona que está al lado nuestro en el bus, en el cine o en la fila del supermercado fue alguien, que como Dimter, sirvió con dedicación y convicción a la dictadura, y hasta ahora había estado disfrazado de dedicado funcionario público, incluso recibiendo beneficios como exonerado político, que podía transitar por las calles como cualquiera de nosotros, como cualquiera de sus víctimas.

Por eso, es que desde el primer día el trabajo desplegado por la Funa ha sido valorado y reconocido: porque hace lo que en el fuero interno muchos quisiéramos hacer o saber. Y es que en el caso del alevoso asesinato de Víctor Jara, quizás la más simbólica y postergada de las reivindicaciones de justicia de nuestro país, no sólo sigue haciendo falta mucha justicia, que repare las muchas dilaciones, postergaciones e incluso intentos de cierre de su causa, sino que también hacía falta una reparación moral desde la gente, desde quienes asumimos su muerte como una de las más injustas y absurdas de la barbarie fascista.

Y entonces, más de tres décadas después de que su cuerpo torturado hasta el cansancio apareciera en la morgue de Santiago y de que miles de voces se levantaran en todo este tiempo, desde todo el mundo, para pedir justicia en su nombre, la Funa realizada a Edwin Dimter no sólo es una de las más importantes realizadas, sino que es el primer paso para la reparación y rehabilitación verdadera de un hombre sencillo y auténtico como pocos, que ha prestigiado el nombre de Chile y el de su música.

En nuestro país todavía hay muy pocas plazas, escuelas o calles que lleven el nombre de Víctor Jara. Son excesivamente pocas, especialmente, si las comparamos con todas aquellas avenidas o poblaciones “once de septiembre” que aún quedan regadas en distintas zonas del país.

Ya hay avances judiciales en el caso de Víctor Jara y la Funa ha dado uno de sus mejores golpes al denunciar al principal inculpado. Ahora sólo falta que el resto del país haga su parte y rescate para las nuevas y futuras generaciones su legado artístico y musical, pero sobre todo su ejemplo de consecuencia y valentía.