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XXX Congreso del PS: Imaginar un nuevo futuro

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 XXX Congreso del PS: Imaginar un nuevo futuro

El problema del neoliberalismo hoy es que actúa como un factor de erradicación de los clivajes teóricos y políticos. En lugar de desencadenar una multiplicidad de interpretaciones contradictorias, genera sentimientos análogos en personas de las que habría cabido esperar la adopción de posiciones alejadas y hasta opuestas. Se observa actualmente en esta cuestión una especie de encogimiento del espacio de lo pensable y lo decible, un empobrecimiento de las opciones posibles y disponibles y, para decirlo en una palabra, una crisis general de la capacidad de imaginación”.

Geoffroy de Lagasnerie

La última lección de Michel Foucalt. Sobre el neoliberalismo, la teoría y la política”.

Fondo de Cultura Económica, 2015

El fin de un ciclo

Llevamos 16 años del siglo xxi, pero a veces queda la sensación de que aun seguimos debatiendo, a nivel país y a nivel partidario, con la inercia del siglo pasado, especialmente aquella generada con el inicio de una interminable transición a la democracia, hace más de un cuarto de siglo.

La despolitización impuesta desde el primer día de la dictadura y que la recuperación democrática mantuvo en aras de los acuerdos y consensos que ofrecieran una indefinida “gobernabilidad” al país, y que al interior del partido se expresó en una desarticulación orgánica y la ausencia de un proyecto nacional, más allá de los programas de gobiernos y los militantes en el Ejecutivo, es sin duda un factor relevante para el análisis de lo que ha sucedido en el pasado, pero también para pensar y decir lo que queremos para el Chile del futuro.

Al respecto, el siempre certero Antonio Cortés Terzi ya nos anunciaba, en 2001, que “es indiscutible que la política chilena es merecedora de críticas, pero, las que más urgen e importan son, precisamente, las que se soslayan. La primera de todas es que se ha prestado para reproducir, en complicidad con las masas, con la gente, un circuito trivializador de la vida colectiva. Los políticos han abandonado la función de ser dirigentes de la sociedad, promotores de una educación y de un sentido cívico superior. Se han rendido a -y usufructúan de- la precarización cultural y social.”[1]

Pero, como en todo proceso social y político, era evidente que esta inercia, cómoda para algunos, no iba a durar para siempre. Porque el asumido “consenso” en torno al modelo económico heredado y “humanizado” con dosis de equidad y de programas sociales tarde o temprano iba a exhibir sus debilidades y carencias. Las fisuras empezaron a hacerse visibles en algunos de los ejes más esperables: educación, salud, vivienda, jubilaciones, derechos laborales, etc.

La explosión social del 2011, canalizada y conducida por los estudiantes en torno a la demanda de “educación gratuita y de calidad”, acentuada por el primer gobierno de derecha en 50 años, fue un catalizador que posibilitó la erupción de las demandas y sueños por tanto tiempo contenidos.

La Concertación de entonces, mutó en Nueva Mayoría, sumando en la interna a aquellos que habían ayudado a definir las segundas vueltas desde la elección de Lagos, sin hacer un diagnóstico profundo acerca de las causas de la derrota de 2009. Pese a ello, el programa ofrecido a la ciudadanía en 2013 recogió algunas de esas sentidas demandas: nueva constitución, educación gratuita, más y mejor infraestructura y atención hospitalaria, reformas laborales y una reforma tributaria para sostener estos nuevos derechos sociales que se buscaba garantizar.

Pero nadie dijo que iba a ser fácil. Y aunque se emprendieron muchas de estas reformas, la credibilidad del gobierno, de la Nueva Mayoría, de la clase política y de muchas de las instituciones tradicionales del Estado y la sociedad se vio afectada por el peor de los virus: el de la corrupción. Así a la despolitización, le agregamos una profunda desconfianza. Ya no bastó el carisma de Bachelet, ni las máquinas partidarias. Ni siquiera ha servido que muchos de los dirigentes sociales y sindicales militen en la Nueva Mayoría: ellos hoy están más preocupados, legítimamente, de responder a sus bases, que de seguir sirviendo de muro de contención de una ciudadanía que, no siempre organizada, levanta muchas veces espontáneamente sus demandas.

En lo inmediato, las mejoras de condiciones laborales, los conflictos asociados a la contaminación o afectación del medio ambiente, la implementación de medidas o políticas inconsultas, la autorización a proyectos rechazados o cuestionados por las comunidades o la exigencia de bonos o asignaciones que permitan parchar los cada vez más evidentes forados de un sistema previsional con pensiones de hambre, son algunos de los temas que copan la agenda pública.

Bonos y beneficios ya no parecen ser suficientes. Cada año los presupuestos fiscales suman más dígitos, pero parecen nunca solucionar los problemas que buscan solucionar. Al parecer ya no se trata simplemente de poner más plata. La gente quiere participar, opinar, ser consultada y oída. Ya no quiere paternalismos. Porque aunque sigue renegando de la política, se trata de una ciudadanía que sabe, entiende o al menos intuye que ya llegamos al final de un camino que ya no nos lleva a ninguna parte y que hace rato nos damos vueltas en círculos. Es lo que se denomina un fin de ciclo. Que no se enfrenta solo bajando la edad de las autoridades, tecnificando la gestión o haciendo mayores exigencias de transparencia.

Necesitamos nuevas respuestas y nuevos caminos por donde transitar a un nuevo futuro. Un futuro común, construido participativamente, pensando en la diversidad cultural y territorial del país, y donde los partidos, actores insustituibles de la democracia, y especialmente el PS, cumplan su rol de ser canales e intérpretes de las corrientes de opinión o pensamiento que se expresan en la sociedad, aspirando a representarlas, ofreciendo a chilenas y chilenos un proyecto, un sueño, un imaginario, un relato y un programa.

No solo la política, también la economía

Y aunque las críticas se concentran tras lo que se denomina genéricamente como “política”, la verdad es que parte importante de esta, tiene que ver con la economía. Porque el Estado subsidiario que a tantos parece gustarles, hace rato que viene haciendo agua. Porque lo que la gente que vive de su trabajo ve es que las empresas del Transantiago reciben millonarios traspasos de recursos fiscales, pero que su servicio dista de ser proporcionalmente eficiente. Los enfermos que siguen en lista de espera ven como la compra de servicios a clínicas privadas se incrementan año a año, pero que el hospital que esperan en su comuna o región nunca termina de construirse. Porque hablamos de gratuidad en educación superior, pero que todavía hay muchos endeudados con el CAE.

Los cuestionamientos a la forma, pero también al fondo de la ley de pesca, así como el estrepitoso derrumbe del DL 701 de fomento forestal de 1974, son signos de un modelo que muestra signos evidentes de agotamiento. La sequía, incluso en las regiones más lluviosas de Chile, la contaminación del aire, ríos, lagos y el mar, la creciente urbanización de las grandes urbes en detrimento de las zonas rurales, los colapsos de las ciudades por el crecimiento del parque automotriz, son también datos de la realidad que obligan a repensar y redefinir muchas cosas en este ámbito.

Una economía nacional solo pensada en función del extractivismo de los recursos naturales y su exportación sin valor agregado, no solo es un patrón económico cuestionado por décadas, sino que una fórmula que dista siquiera de parecerse a la utilizada por aquellos países con que nos gusta compararnos, especialmente de la OCDE. La crisis con el mundo de la ciencia y la innovación a raíz de la última discusión presupuestaría es un reflejo de aquello, pues un modelo como el chileno, claramente, no demanda ni busca incorporar a la ciencia y a la innovación, como si lo hacen otras economías, incluso más pequeñas y con territorios menos ricos que el nuestro.

Nuestra “chino-dependencia” es otro punto que muestra la precariedad del actual modelo. Por eso, a pesar de que ya desde hace algunos años destacados economistas[2] venían alertando sobre la desaceleración de la economía china y su consiguiente menor compra de cobre, advirtiendo que “lo más probable es que sea el próximo gobierno el que pague las cuentas por la falta de inversión de los excedentes del cobre en crear nuevas capacidades productivas que reemplacen la bonanza de los precios del cobre cuando esta desaparezca.”, poco o nada hicimos al respecto. Por lo demás, el propio FMI ha proyectado el actual escenario de la economía chilena con un mal pronóstico en el mediano plazo[3].

¿Cuál es la mejor forma de enfrentar este tipo de momentos económicos?. Respuestas pueden haber muchas y diversas. El problema no es que no existan alternativas. El problema es saber hasta donde queremos cambiar el actual estado de cosas. Saber hasta dónde seguiremos defendiendo un modelo que, en general no nos gusta, pero que entendemos debe seguir contando con una activa participación de un sector privado moderno, sin la tendencia a la concentración excesiva que hoy luce, donde sea la derecha la que defienda la competencia económica como parte de su ideario y no nosotros, como ha venido siendo hasta hoy, buscando emparejar una desnivelada cancha.

Una economía donde hablar de reformas laborales no se traduzca de manera automática en el clásico retorno al discurso del terror económico, de la desinversión, de la cesantía y todos esos males que anuncia el empresariado y que nunca se cumplen, pero que cumplen su funcional rol fáctico. Ciertamente este y otros temas, donde incluso estamos en niveles mucho más bajos que países de la región, también debemos debatirlos políticamente sin prejuicios al interior de nuestra coalición, cosa que hoy, lamentablemente, solo se expresa en el debate legislativo y donde hasta ahora muchos de nuestros puntos de vista, han terminado siendo sacrificados en función de la unidad y de la lealtad al gobierno.

De hecho, el propio informe de la OCDE de noviembre de 2015, señala con claridad que “aunque la pobreza se ha reducido en gran medida, al desigualdad expresada por el coeficiente de Gini después de impuestos y transferencias sigue siendo la más alta de la OCDE.”[4]. El mismo informe señala que “la recaudación tributaria en Chile es comparativamente baja”, lo que ha redundado en un “nivel de gasto en bienes públicos que ha sido insuficiente para reducir la desigualdad”. Pese a ello, reconoce que “la reforma tributaria ayudará a reducir la desigualdad al conseguir que la proporción de la renta nacional percibida por el 1% con más ingresos de la población pase de ser un 15,5% a un 16,5% del PIB”.

Como dice el último informe de Desarrollo Humano del PNUD “el desarrollo humano tiene por objetivo ampliar las oportunidades de las personas, prestando especial atención a la riqueza de las vidas humanas y no solamente a la riqueza de las economías.”[5]

¿Desde dónde miramos el mundo?

Un aspecto político que debemos también analizar rigurosamente, tiene que ver con nuestra pertenencia a Latinoamérica, a veces mediatizada por intereses políticos y económicos que utilizan como coartada algunos conflictos vecinales para generar distancias. Para Chile y el PS en particular, no deben ser temas menores los procesos que han venido sucediéndose, por ejemplo, en Argentina, y un triunfo de la derecha que se parece mucho al de Piñera; los resultados de las últimas elecciones parlamentarias en Venezuela y sus proyecciones potenciales; la crisis institucional que afecta gravemente al gobierno de la Presidenta Roussef en Brasil y su resolución política; el momento de distensión que se vive en la relación bilateral entre EEUU y Cuba; y la posibilidad cierta de que en las próximas elecciones de Perú pudiera resultar triunfadora la hija de Fujimori, entre otros muchos temas.

Ciertamente los procesos de controversia con Bolivia y Perú y el como ellos afectan nuestra relación de países fronterizos, deben ocupar un especial y desapasionado análisis.

Por otro lado, no debemos perder de vista interesantes procesos que se han producido en Europa, entre ellos principalmente, el fin del bipartidismo en España tras las últimas elecciones, teniendo a la vista el papel que le cabe y cabrá al PSOE en la forma en que este nuevo escenario se configure. Y por cierto, revisar el interesante proceso que se verifica en el Partido Laborista inglés con la inesperada irrupción interna del diputado Jeremy Corbyn, que a juicio de muchos analistas es también una respuesta de la militancia ante una dirigencia partidaria alejada de las respuestas esperadas.

Estas miradas y análisis deben servirnos para respondernos las clásicas interrogantes que cada cierto tiempo debemos hacernos: ¿Qué es ser de izquierda hoy? ¿Sigue el PS siendo un partido de izquierda? ¿Desde donde miramos la realidad Latinoamericana y mundial? Muchas de estas respuestas servirán para explicar la emergencia de nuevos grupos y movimientos políticos, entender y enfrentar algunas de las críticas que se le hacen al PS y ver el grado de actualización de la vieja tesis del PS como casa común de la izquierda chilena.

No solo fijar posición: tener ideología

Boaventura Dos Santos, allá por 2013 advertía: “Cuando están en el poder, las izquierdas no tienen tiempo para reflexionar sobre las transformaciones que ocurren en la sociedad y, cuando lo hacen, es como reacción a cualquier acontecimiento que perturbe el ejercicio del poder. La respuesta es siempre defensiva. Cuando no están en el poder, se dividen internamente para definir quién será el líder en las próximas elecciones, de modo que las reflexiones y los análisis están relacionados con este objetivo. Esta indisponibilidad para la reflexión, que siempre ha sido perniciosa, hoy es suicida. Por dos razones. La derecha tiene a su disposición a todos los intelectuales orgánicos del capital financiero, de las organizaciones empresariales, de las instituciones multilaterales, de los thin thank y de los grupos de presión, que le proporcionan a diario datos e interpretaciones que no son faltos de rigor y siempre interpretan la realidad llevando el agua a su molino. Por el contrario, las izquierdas no disponen de instrumentos de reflexión abiertos a los no militantes e, internamente, al reflexión sigue la línea estéril de las facciones[6].

Esto parece ser parte de un debate antiguo, pero que siempre postergamos al interior del PS. Siempre la coyuntura, la unidad de la coalición de gobierno, el apoyo el Ejecutivo, las elecciones que vienen o simplemente el acostumbramiento a la falta de debate dilatan un proceso que, por el contrario, debiéramos estimular.

En esta misma línea, ya mucho antes, Norbert Lechner, había señalado con nitidez que algunas razones por las cuales la política ya no es lo que fue, tiene que ver con que “una de sus transformaciones tiene que ver con las claves de interpretación que permiten al ciudadano estructurar lo real. Criterios como izquierda/derecha, reforma/revolución, estado/sociedad civil eran algunos de esos instrumentos clasificatorios que ayudaban a interpretar la complejidad de la sociedad. Ahora, un falso «realismo» pretende prescindir de todo «discurso ideológico». Donde reina el accionar sabio y fluido de la «mano invisible» del mercado, estarían de sobra las ideas.”[7]

Este es, por cierto, un escenario que no es propio de nuestro proceso político. Otros países en diversas latitudes ya lo han vivido antes. Así lo expresa un ex asesor de Tony Blair en el 2005, cuando a propósito de los desafíos que debió enfrentar entonces el Laborismo (y que terminaron con el apoyo de Blair a Bush contra Irak) señala: “En gran parte todo avance implica cierto cambio de un poder absoluto a un poder relativo. Exige que los gobiernos se encarguen de los intereses creados, utilicen la astucia y la influencia para vencerlos, y se nutran de la energía que brota de una visión y valores rectores. En algunos aspectos, el Nuevo Laborismo ha sido deliberadamente no ideológico, poniendo énfasis en lo que funciona y evitando una definición ideológica demasiado abrupta por temor de perder partes de la amplia coalición que logró reunir.”[8]

Durante mucho hemos intuido sobre la necesidad de hablar más sobre los gramscianos conceptos de hegemonía y contracultura. De hecho, ya en un artículo que escribiera para el XXVIII Congreso del PS, Cortés Terzi nos decía que “el socialismo y el progresismo, en general, ya no poseen el monopolio de la crítica social, ergo, su discursividad crítica compite y, en momentos,  se  confunde  con  las  que  levantan  las  corrientes  de  las  derechas  modernizadoras”. Y a continuación nos advertía su preocupación por el hecho de que “con el pasar de los tiempos y sin reacciones político-culturales de la izquierda, del socialismo, del progresismo, el nuevo capitalismo quede con el camino libre para reconstruir sociedad a su antojo y, además, con respaldo en hegemonía cultural masiva. Y ello, principalmente por la tardanza (o indiferencia) en oponerle una nueva  contracultura  significativa  y  eficiente[9].

Finalmente, ratificar el compromiso del PS con los derechos humanos asumidos como universales, indivisibles e interdependientes entre sí, entendiendo la necesidad de generar todas las condiciones sociales, políticas, jurídicas y económicas destinadas a que esos derechos sean disfrutados por todas las personas del país y del planeta.

Todo este esfuerzo debiera ser un modesto homenaje a nuestros mártires, que como Michelle Peña Herreros, nos legaron un ejemplo, pero también un camino que no podemos defraudar.

 

Adhieren:

José Becerra Pineda, Militante PS Ñuñoa

Luis Bustos Sepúlveda, Miembro del Comité Central del PS

Juan Carrizo Araníbar, Presidente Regional Tarapacá

Gonzalo Díaz Martínez, Militante Juventud Socialista Osorno

Juan Donoso Morales, Presidente Comunal PS Iquique

Paula González Yáñez, Militante PS Región Metropolitana

David Henríquez Fuentes, Militante PS Región Metropolitana

Rodrigo Herrera Jeno, Militante PS Región Metropolitana

Alejandro Kohler Vargas, Presidente Regional PS de Los Ríos

Juan Molina Tapia, Militante PS Región de Valparaíso

Bernardo Muñoz Aguilar, Militante PS Iquique

Michelle Partarrieu Vistoso, Presidenta Comunal PS Osorno

Rolando Rosas Pinilla, Militante PS Osorno, Ex Prisionero Político

Paula Salvo del Canto, Militante PS Región Metropolitana

Javier Sánchez Reyes, Militante PS Región de Valparaíso

Raúl San Martín Arriagada, Presidente Comunal PS Penco

Marisol Sanhueza Salas, ex Presidenta Regional PS de Los Ríos

 

Notas:

[1] Antonio Cortés Terzi,  “Progresismo: Proyecto Nacional o rendición histórica”, Agosto 2001, citada en la web: http://www.socialismo-chileno.org/avance/progresismo-proyecto-nacional-o-rendici-n-hist-rica.html

[2] José Gabriel Palma,La economía chilena, como el elefante, se balancea sobre la tela de una araña”, Marzo de 2013, citado en http://ciperchile.cl/2013/03/25/la-economia-chilena-como-el-elefante-se-balancea-sobre-la-tela-de-una-arana/

[3] “Chile crecerá menos que el mundo por siete años seguidos, su peor racha en la historia”, citado en http://www.pulso.cl/noticia/economia/economia/2015/10/7-71851-9-chile-crecera-menos-que-el-mundo-por-siete-anos-seguidos-su-peor-racha-en-la.shtml

[4] “Estudio Económico de Chile”, OCDE, Noviembre 2015, http://www.oecd.org/eco/surveys/Chile-2015-vision-general.pdf

[5] Informe sobre Desarrollo Humano 2015. “Trabajo al servicio del desarrollo humano”

http://hdr.undp.org/sites/default/files/2015_human_development_report_overview_-_es.pdf

[6] Boaventura de Souza Santos, “¿Reinventar las izquierdas?” http://www.boaventuradesousasantos.pt/media/Reinventar%20las%20izquierdas.pdf

[7] Norbert Lechner. “Las sombras del mañana. La dimensión subjetiva de la política”. Lom Ediciones, 2002

[8] “Lecciones acerca del poder”, Geoff Mulgan http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/Lecciones%20acerca%20el%20poder.pdf

[9] Antonio Cortés Terzi, El Socialismo y su Reconstrucción como contracultura (Cuatro Tesis) http://www.ced.cl/ap/wp-content/uploads/2008/03/643.pdf

 

Written by ciudadanojaviersanchez

enero 31, 2016 at 17:18

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