Blog del ciudadano Javier Sánchez

"Lo mejor del mundo es la cantidad de mundos que contiene", E. Galeano

Posts Tagged ‘ambiente

Los niños, pese a todo, son la esperanza del futuro

leave a comment »

Cuando a veces se siente que las luchas no tienen efectos y que no hay esperanzas para el futuro, hay que ver videos como éste…

Written by ciudadanojaviersanchez

May 20, 2011 at 18:15

Publicado en Uncategorized

Tagged with , , , , ,

Desarrollo Social: el horizonte permanente

with 3 comments

Ella está en el horizonte.

Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.

Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.

Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.

¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar

Eduardo Galeano

Por Javier Sánchez

Entre la década de los ’30 y la de los ’60 nuestro país vivió, con todos sus matices, lo que por entonces se conoció como la fase económica de “sustitución de importaciones”, que se centraba en lo que se denominaba el “desarrollo hacia adentro” que combinado con lo que otros denominan “la escuela cepalina” o el “modelo cepaliano”, tenía como principal expresión al menos en nuestro país, un fuerte impulso industrializador y manufacturero.

Sin embargo, pese a tan amplio período lo anterior nunca llegó a cristalizar en un modelo económico y social único o estable, tanto debido al fuerte atraso educacional de parte importante de la población, como a modelos laborales y de explotación, particularmente de la tierra, muy antiguos e ineficientes, basados en la centralidad de la relación patrón-mano de obra poco calificada.

A ello por cierto hay que agregarle el componente político que atravesaba constantemente el debate nacional, expresando las miradas de una sociedad electoralmente dividida en tres tercios y marcada por los ecos de la Guerra Fría, lo que agudizaba con la intervención norteamericana en el continente por un lado, y por el otro por la creciente influencia que ejercían movimientos revolucionarios que impulsaban cambios radicales a las relaciones sociales y productivas existentes.

Más tarde, sin embargo, todo este debate quedó reducido a cero, tras la brutal interrupción democrática y la imposición de un modelo económico ultra liberal, implementado en Chile por los denominados Chicago Boys, cuya fórmula para alcanzar el deseado y esquivo desarrollo era generar todas las condiciones para que la “mano invisible” anunciada por Adam Smith operara libremente, sobre la base de la relación básica entre oferta y demanda.

Hoy, el concepto de desarrollo, presente en todos los programas presidenciales desde los ‘90 a la fecha tiene como parámetros y criterios de medición y de comparación el ingreso per capita, los resultados de la balanza comercial, el valor de nuestras exportaciones, especialmente el cobre, y sobre todo los manidos equilibrios macroeconómicos, la inflación, el precio del dólar y las tasas de interés. Es decir, lo que hoy tenemos es una visión del desarrollo más bien economicista y comercial: somos más desarrollados si vendemos más como país y compramos más como consumidores.

Sin embargo desde hace bastante tiempo, también viene desplegándose una mirada paralela sobre el desarrollo, como entenderlo, promoverlo y medirlo: el denominado Desarrollo a Escala Humana, que tiene como piedra fundacional el libro del mismo nombre publicado en 1986 por Max Neef, Elizalde y Hopenhayn, que proponía la “generación de niveles crecientes de autodependencia y la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado[1].

Esta visión, que también ha ido mutando y evolucionando a la par que el modelo chileno ha terminado consolidándose como neoliberal, ha acentuando su preocupación por la explotación de los recursos naturales, por la mantención de un modelo exportador con poco valor agregado y baja capacitación, pero sobre todo por la desnaturalización de la cohesión social que un modelo basado en la concentración y en la competencia individual instala. La sociedad ha terminado siendo, como dice Halpern, un espacio donde “los nuevos ciudadanos tienden a agruparse en torno a pequeñas tribus y el consumo es una de las herramientas más poderosas de cohesión colectiva[2].

Sin embargo, lo que hace más compleja la mirada actual sobre el desarrollo existente y el deseable tiene que ver con los contextos y la construcción de imaginarios colectivos que desde la política, la educación y los medios de comunicación buscan reproducirse. Porque aunque la promesa del desarrollo va de la mano con la de mejor calidad de vida y empleo, lo que finalmente termina sucediendo tiene que ver con lo que dice Beck, cuando señala que “el crecimiento económico ya no es más condición necesaria para disminuir la desocupación, sino que por el contrario supone como condición la eliminación de puestos de trabajo. Se trata de un capitalismo sin trabajo…”[3].

Y si ya es grave que aunque la mayoría de la gente homologue y sinonimice desarrollo a crecimiento económico, a empleo y mejor calidad de vida, es mucho más delicado y complejo aún que se fomente un individualismo que siembra la ilusión de que la persona sola puede “autosustentarse” en el mercado, que no necesita de los otros, que no requiere organizarse ni interactuar con sus pares. Este modelo de individuo aislado, que se disfraza de competitivo, emprendedor e innovador olvida intencionalmente que es “al interior de las relaciones sociales donde la vida individual adquiere sentido[4].

Sin embargo, este modelo de desarrollo que aún tenemos, logra ocultar esta archipielaguización de la sociedad detrás de lo que Santa Cruz describe como el proceso de identificación que se ha tratado de construir entre la competitividad económica de Chile en los mercados mundiales y la “confirmación simbólica, que se busca un tanto frenética y estridentemente en el tenis y en el fútbol, de ser un país capaz de pararse de igual a igual frente a cualquier otro[5]. Adicionalmente y para reforzar lo anterior desde una supuesta diferenciación se ha construido un discurso que “instala una visión de chilenidad esencial que permanece inmutable por sobre el tiempo y la historia y que, simbólicamente se encarna en costumbres, bailes, música, vestimentas, etc., que remiten al mundo de la hacienda del Valle Central, concebida como la matriz fundacional. Es el mundo del huaso y la china, de la cueca, el rodeo y la empanada, etc., como expresiones de una chilenidad pura, no contaminada por rasgos culturales universalistas[6].

Es decir que el neoliberalismo se disfraza de nacionalista buscando mantener una unidad ficticia para evitar que sea evidente la erosión que produce al sentido y a la identidad nacional, pues desarrollarse “hacia fuera” significa “externalizarse y dar la espalda a las obras, pensamientos, culturas y fuerzas que constituyeron los pilares fundamentales de las naciones modernas, significa especialmente abandonar los esfuerzos de inclusión y progreso que se anidaron en su seno en los siglos XIX y XX. Significa, en el fondo, apostar a dejar la periferia para entrar al imperio sin rostro propio ni soberanía. La lógica neoliberal deja a los países sin alma ni nación[7].

De esta forma lo que tenemos entonces es una compleja trama de elementos y factores que no siguen situando en la indefinición de lo que entendemos colectivamente como desarrollo, pues lo que tenemos es un modelo dominante con miradas y discursos disidentes que no logran articularse y deben seguir aceptando el sometimiento a la dictadura de las cifras y los equilibrios macroeconómicos, por sobre un desarrollo integral, integrador, por sobre todo a partir de las amplias necesidades humanas y no sólo de la definición de un modelo productivo o comercial.

¿Cómo afecta esta situación a quienes nos situamos frente a este escenario desde la vereda de las minorías, de la mirada alternativa, con el énfasis en las personas y no en las cosas, en el ser y no en el tener? ¿Qué podemos hacer quienes seguimos creyendo que es posible una alternativa a este capitalismo que hoy enfrentamos y que frente a la dictadura de la falta de ideas que anida en los sectores tradicionalmente contestatarios desde la contracultura hoy favorece la “creencia errónea de que lo mejor que podemos esperar es un matrimonio entre la flexibilidad económica al estilo estadounidense y la protección social al estilo europeo, dentro del reducido espectro reopciones institucionales disponibles hoy en el mundo[8]?

La respuesta no es para nada fácil, sin embargo se puede decir que siguiendo con el análisis de Mangabeira que la fórmula no va por el lado de volver a un estándar “bastardeado” de realismo que es la cercanía a lo existente, pues “según este estándar, una propuesta (de cambio) es realista en tanto permanece cercana a la manera en que la sociedad está organizada hoy[9], cuando lo que hay que hacer, para empezar, es seguir rebelándose contra ese destino.

Esto es algo que muchas veces debemos enfrentar desde nuestro trabajo cuando sentimos que estamos siendo funcionales a la reproducción de un modelo que no nos gusta y que empieza a absorber a nuestros hijos y a nuestras familias. Esto es lo que potencia sin duda una parte de la explicación de la violencia social creciente debido a la incapacidad de canalizar esa frustración que nace de la impotencia individual y colectiva de ver como ese desarrollo que “todos” generamos, nos excluye y nos margina de sus beneficios, que se expresan de manera diferenciada en los ingresos y en las posibilidades reales de acceso a educación, salud, vivienda y consumo. Un desarrollo que para algunos es sólo la posibilidad de esperar el anunciado “chorreo” del que venimos escuchando desde Büchi hasta Dittborn[10], y mientras tanto sobrevivir endeudándose y aceptando condiciones de trabajo indecentes.

Peor aún, si seguimos en esta lógica economicista que supone la desigualdad como un factor normal para el “desarrollo”, lo que tenemos entonces es un tipo de desarrollo nacional que olvida su rol en la construcción del país y en el fortalecimiento y profundización de su democracia. Ese desarrollo, para algunos, construido a costa de otros y del propio bien común o el interés nacional olvida que “la democracia es una gestión de las diferencias, realizada a partir de un sentido común acerca de las desigualdades admisibles y las desigualdades insoportables[11].

Ese ciertamente no parece ser el mejor escenario que quisiéramos esperar para un país que no alcanza su tasa de natalidad de recambio y que avanza a pasos agigantados a ser una nación de adultos mayores, pero sobre todo porque se trata de un modelo que va justamente en la dirección opuesta a la de la sustentabilidad que aunque tardía puede ayudar al planeta a sobrellevar y sobrevivir al cambio climático y al calentamiento global al que ese mismo modelo de desarrollo inmediatista lo ha llevado sistemáticamente.

De nada sirven los modelos de protección social o de derechos sociales garantizados si finalmente éstos se traducen sólo en una mejor focalización del Estado subsidiario con el fin de parchar las grietas que el modelo económico, sustentado en este tipo de desarrollo depredador y desigual, buscando contener la demanda social a punta de subsidios y bonos, sin que ello cambie el fondo del problema.

Como dijo Fidel Castro en la Cumbre de Río en 1992: «Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre«[12].


[1][1] Max Neef, M., Elizalde A., Hopenhayn, M.. “Desarrollo a Escala Humana. Una opción para el futuro”. CEPAUR-Fundación Dag Hammarskjöld. Development Dialogue. Número especial 1986.

[2] Halpern, P. “Los nuevos chilenos y la batalla por sus preferencias”. Planeta, 2002, citado en “La sociedad neoliberal”. Rojas, J.  Revista Sociedad Hoy Nº10, Departamento de Sociología UDEC, 2006.

[3] Beck, U. “Was zur Wahl steht”. Frankfurt am Main: Suhrkamp, 2005, citado en “La sociedad neoliberal”. Rojas, J.  Revista Sociedad Hoy Nº10, Departamento de Sociología UDEC, 2006.

[4] Adorno, T. Sociologische Exkurse. Hamburg: Institut fûr Sozialforschung. 1991. Citado en “La sociedad neoliberal”. Rojas, J.  Revista Sociedad Hoy Nº10, Departamento de Sociología UDEC, 2006.

[5] Santa Cruz, E. “La promesa del desarrollo cercano”. Debate Público Nº4, Centro de Investigaciones Sociales Universidad ARCIS, 2000.

[6] Santa Cruz, E. Op. Cit.

[7] Rojas, J. Op. Cit.

[8] Mangabeira, R. “La alternativa de la izquierda”. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010.

[9] Mangabeira, R. Op. Cit.

[10] Dittborn, J. “Delincuencia y Chorreo”, en http://blog.latercera.com/blog/jdittborn/entry/delincuencia_y_chorreo

[11] PNUD, Gobierno de Chile. “La globalización exige un nuevo contrato social”. Temas de Desarrollo Sustentable Nº4, 2000.

[12] Castro, F. Conferencia pronunciada en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, efectuada en Río de Janeiro, Brasil, el 12 de junio de 1992.