Blog del ciudadano Javier Sánchez

"Lo mejor del mundo es la cantidad de mundos que contiene", E. Galeano

Posts Tagged ‘Concertación

A 22 años del NO: el plebiscito que esperamos

leave a comment »

Acabo de ver el documental chileno La Ciudad de los Fotógrafos y fue como recordar y revivir de golpe muchas cosas transcurridas en las últimas décadas, todo esto además en el contexto de la reciente conmemoración del triunfo de la opción NO en el plebiscito de 1998. Y aunque muchos prefieren quedarse con el relato de que “derrotamos la dictadura con un lápiz” o con la imagen de la gente abrazando a los pacos (por suerte todavía no sale la ley) en la Alameda el 6 de octubre, la verdad es que mis imágenes, relatos y recuerdos son otros.

El documental nos lleva desde los hornos de Lonquén, donde el 30 de noviembre de 1978 se encontraron los cuerpos de 15 campesinos asesinados y hechos desaparecer en octubre de 1973, hasta la actualidad, donde a través de un paseo con fotografías históricas colgadas en sus pechos y espaldas por el paseo Ahumada y la Plaza de Armas de Santiago, los fotógrafos de la AFI nos muestran como la amnesia y el olvido se han ido apoderando de nuestra sociedad.

Y quizás por eso cuando aún persisten los concertacionistas-optimistas que llamaron a “celebrar” el triunfo del NO, la verdad es que, justamente el punto histórico a donde ha llegado nuestra sociedad, tras 20 años de gobierno de la coalición y con la derecha instalada en La Moneda de forma democrática, da más para hacer la reflexión y la autocrítica de quienes votamos NO en aquella ocasión, autocrítica que en el caso de la Concertación sigue pendiente tras la derrota de enero.

Porque para muchos de nosotros, siendo muy jóvenes, fue difícil inscribirnos en los registros electorales, no sólo porque no creíamos en la vocación democrática de un gobierno de asesinos (o sea inscribirse después del caso degollados y de los jóvenes quemados…), sino también porque en la izquierda se esperaba el fraude pinochetista, imponiendo el triunfo de Pinochet con los milicos en la calle y nos preparábamos para ello.

Y finalmente, porque lo que permitió llegar a ese 5 de octubre fue la movilización creciente generada en los 80, tras una heroica resistencia de los 70 y la presión internacional, especialmente norteamericana, que tras el “año decisivo” (1986) empujó el “acuerdo nacional”, donde la iglesia logró sentar a la mesa a la Alianza Democrática y a la dictadura, dejando fuera al Movimiento Democrático Popular, en la perspectiva de lograr una salida de centro-derecha al autoritarismo.

Sin embargo, tras el plebiscito se produjo un vuelco total, aún en los partidos de izquierda de entonces, y fue así como el propio PS-Almeyda, que sólo en el Congreso General del 85 había aprobado como línea política el “levantamiento democrático de masas con perspectiva insurreccional”, terminó integrándose a la naciente Concertación, la que bajo la premisa de romper con los tres tercios, acordó una serie de reformas truchas (salvo la eliminación del Artículo 8º) a la Constitución de Pinochet, validando así ese texto, y el itinerario político-electoral (hubo que esperar un año más con el dictador en el poder), para luego participar en las elecciones.

Lo anterior fue el inicio, desde mi punto de vista, de la desmovilización intencionada del pueblo, que hasta entonces había sido la herramienta política de mayor fuerza.

La primera elección tampoco fue cosa fácil. Ni para los DC que lograron sacar del camino a Valdés para imponer al golpista Aylwin, ni para la izquierda al tener que votar por unos de los principales opositores de Allende.

A partir de lo anterior es que muchos de quienes votamos No el 88 tenemos miradas diversas y distintas. Para algunos bastó que hubiera elecciones para decir que había democracia y fue el propio Aylwin el primero que dio por terminada la transición. Hasta hoy muchos creen que la alegría prometida efectivamente llegó, porque “vivimos en democracia y libertad”. Personalmente no comparto esta tesis, porque elecciones más o menos, seguimos teniendo el modelo económico e institucional pinochetista como base del régimen político actual.

Por eso, ante el “apagón” de iniciativa política que vive la actual oposición no basta con desempolvar viejos recuerdos plebiscitarios en un momento que, ciertamente, no permite celebraciones de ninguna especie. Se necesita una nueva articulación que nos permita enfrentar lo más unitariamente posible este nuevo período de reflujo político, que en el contexto de la despolitización que se ha venido construyendo por más de tres décadas se ve acentuado, por la dispersión, la falta de ideas y de liderazgos, y sobre todo, por la falta de partidos que hagan su pega.

Y ante el falso dilema que cruza a gran parte de la oposición entre resucitar la “política de los acuerdos” y la necesidad de tener “caras nuevas” que ofrecer al país, quienes estamos más preocupados del futuro que de cargos y prebendas, debemos ser capaces de levantar un discurso que se centre en la demanda por avanzar en la materialización de las viejas demandas que “la alegría” nunca trajo, empezando por una Constitución democrática que tenga un énfasis en los derechos de las personas y las autonomías de las regiones más que en la defensa de la propiedad como sigue siendo desde 1980 hasta hoy.

La desviación electoralista en que han caído la mayoría de los partidos de la actual oposición no puede desviarnos de lo central. No podemos aceptar el voto voluntario como un avance, porque no lo es y si se aprueba sólo terminará consolidando el dominio electoral de la derecha en las futuras elecciones. La construcción de futuro es política, no electoral, y para eso se necesitan ciudadanos informados, organizados, pero sobre todo escuchados y respetados. Los actuales partidos no dan el ancho, no construyen hegemonía y eso preocupa.

Sin embargo, si algo hay que rescatar del hito plebiscitario del 88 y sus antecedentes fue la unidad de propósitos y de acción, con matices y diferencias, con el objetivo de terminar con Pinochet y su régimen. Hoy enfrentamos un cuadro que requiere importantes dosis de amplitud a partir de objetivos democráticos claros, para no terminar siendo comparsa de esta nueva derecha conservadora y populista, pero que tiene más presencia en las poblaciones que la izquierda.

El mejor legado que podríamos dejar quienes venimos de la lucha contra la dictadura, es que el próximo plebiscito en que participemos, a 22 años del triunfo del NO, sea para votar por una asamblea constituyente para una mejor democracia para los ciudadanos chilenos del siglo XXI.

Written by ciudadanojaviersanchez

octubre 10, 2010 at 19:30

Entregándole balas a los enemigos

leave a comment »

Todo el revuelo mediático que ha generado las bajadas y subidas parlamentarias del proyecto de ley del llamado matrimonio homosexual, que en rigor más que eso es una moción que busca reemplazar en el Código Civil la expresión “un hombre y una mujer”, por “dos personas”, es un síntoma de los tiempos políticos que vivimos.

Porque más allá de la opinión que uno tenga al respecto, pareciera mostrar desde hace un buen rato ya, que una característica identificatoria del cada vez más indefinido progresismo criollo es su propensión a creer que ser moderno o progresista es hablar de temas como el del matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque curiosamente se haga mutis por el foro (en el discurso y en los programas electorales) respecto de otros tanto o más importantes como el aborto o la eutanasia.

A ello debe sumarse otro discurso progresista (e insisto, sin hacer juicios de valor al respecto) que es el que dice relación sobre la defensa de los animales ante situaciones de maltrato.

Curiosamente poco o nada dicen quienes enarbolan estas banderas, que tanto flamearon en las pasadas elecciones presidenciales sobre la profundización o densificación de la democracia en Chile. Porque salvo la electorera alusión a la necesidad de tener una nueva Constitución, nuevamente hemos vuelto al silencio absoluto en estas materias, mientras sin ningún pudor se acusa de autoritarismo populismo (¡¿y bosnia?!) a países donde existe la iniciativa popular de ley, las consultas y referéndum vinculantes, la revocación del mandato y la carta magna respectiva ha sido aprobada por la inmensa mayoría de sus ciudadanos, entre otras “sutiles” diferencias.

Pareciera también que se quiere homologar forzosamente a este progresismo nacional con los consensos que con diversos nombres y matices ha venido diciendo el devenir político chilensis desde 1988 en adelante. Así, bajo la pretendida coartada del acuerdo nacional, pensando en los intereses superiores del país, ha terminado siendo la excusa transversal para renunciar al debate y a la inserción social: se ha optado por los acuerdos “por arriba”, dejando de hacer la pega “por abajo”.

Así entonces, y volviendo al ejemplo inicial, nos encontramos con que la política hecha a la luz de las coyunturas y de los flashes termina olvidando el sentido estratégico  que, al menos algunos, creemos debe tener esta actividad que, ni más ni menos, busca hacerse del poder para -se supone- ofrecer un proyecto político a la sociedad chilena.

Y es ahí que reflota el diagnóstico sobre la política hecha más sobre la base de eslóganes que de ideas o proyectos históricos (como se decía antes), como lo ha señalado con meridiana claridad el profesor Atria en su documento “20 años después, Neoliberalismo con rostro humano”.

Ahí también queda a la vista la falta de elementos y de capacidades para articular una verdadera y ojalá única oposición (progresista, de izquierda y de las otras) frente a la autodenominada “nueva forma de gobernar”. Queda al descubierto entonces una política que sólo sabe de elecciones (internas y externas) que copan toda la agenda partidaria y que cada vez cuentan con menos militantes que las legitimen, haciendo aún más patético el cuadro.

Por eso, aunque parecieran no tener nada que ver, esta chimuchina generada en torno a firmas más o menos en torno al proyecto del denominado matrimonio gay, no es más que un acto ingenuidad de quienes debieran estar preocupados de ver como evitar que la derecha se nos instale, democráticamente esta vez, por una largo período en La Moneda y que más bien le termina “prestando ropa” a los actuales ocupantes de palacio.

Porque aunque ciertamente la propuesta de matrimonio homosexual goza de las mayores simpatías del progresismo y la izquierda criolla, también está claro que en la sociedad chilena este tema está lejos de ser prioritario y no hay una gran demanda social al respecto. En pocas palabras, Chile no está en el mismo escenario que Argentina, convertida a estas alturas en la capital gay sudamericana.

Y peor aún: aunque no se habla mucho del punto, es claro y evidente que la instalación de esta moción, que no tiene ningún futuro legislativo, sólo sirve para que la derecha amplíe su base social hacia segmentos que durante las últimas décadas los gobiernos de la Concertación consideraban casi parte de su patrimonio. Y aunque esto suene a cálculo electoral mezquino, la verdad es que tiene que ver con el tipo de definiciones que deberemos afrontar en adelante: o hacemos “populismo progresista”, inmediatista y efectista, o somos capaces, de verdad, de instalar temas de debate serio, con arraigo en las masas y que, efectiva e inequívocamente, muestren la diferencia entre ser de derecha y no serlo (que es un poco menos difícil que decir la diferencia entre ser de izquierda y no serlo).

Antes de las elecciones presidenciales pasadas dijimos que lo peor que le podría pasar a las fuerzas no derechistas es que Piñera, sin hacer un gran gobierno, haga (o parezca que hace) lo que en los últimos veinte años no se hizo, porque eso tendrá un efecto poderosos sobre la ciudadanía que, gracias a la feroz despolitización sufrida en este mismo período cada vez ve y le interesan menos, las diferencias entre unos y otros.

Ahí están ya dando vuelta la rebaja del 7% a los jubilados, el anuncio de la iniciativa popular de ley, la modificación a la ley antiterrorista y la justicia militar, el voto a los chilenos en el exterior, entre otros anuncios. En todo caso, a muchos progresistas también les está quedando claro que al parecer esa idea tan “moderna” del voto voluntario, puede terminar siendo un disparo en los pies.

Por ahora, aprovechando el momento de debilidad y desgaste pedófilo de la iglesia católica, donde el gobierno ha aprovechado de terminar de pasar antiguas cuentas a lo que queda de iglesia anti-dictadura, la cruzada ineficaz por el matrimonio gay, le deja en bandeja a Piñera y sus secuaces la posibilidad de acercar a una iglesia evangélica que aunque partidaria del divorcio  y firme impulsora de la ley de culto en el pasado concertacionista, hoy también se encuentra con una oportunidad única de interlocutar con un gobierno creyente y conservador en materia de libertades.

Mientras lo poco que hay de oposición se desgasta en una discusión estéril sobre el matrimonio gay, la derecha seguirá utilizando la vieja práctica del garrote y la zanahoria, promoviendo la candidatura de Bachelet el 2013 para derrotarla y avanzar a un nuevo gobierno de derecha, con toda la carga de represión y conflicto de intereses que hemos conocido, aprovechando, por cierto, que la Concertación se preocupó de dejar la gran mayoría de los medios de comunicación en sus manos.

Written by ciudadanojaviersanchez

septiembre 7, 2010 at 0:26