Blog del ciudadano Javier Sánchez

"Lo mejor del mundo es la cantidad de mundos que contiene", E. Galeano

Archive for marzo 2010

Newton y el actual escenario político

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Aunque debo confesar que la física nunca estuvo entre mis materias preferidas, la verdad es que creo que no existe nada mejor que las leyes de Newton para tratar de entender el actual escenario político nacional.

La primera de las famosas leyes de este físico inglés dice que “todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él”.

Hasta ahora lo que tenemos, pese al cambio de gobierno es una situación política sustentada en la inercia que define la primera ley. No sólo por el terremoto y sus evidentes efectos, sino también por la sorprendente e inesperada incapacidad mostrada por la derecha para instalarse en el aparato del Estado. El actual gobierno, en líneas gruesas no difiere radicalmente de cualquier gobierno de la Concertación. Todavía no logramos ver la tan anunciada “nueva forma de gobernar con los mejores”.

Por cierto, hay que decir que a la incapacidad evidente de la Alianza se suma de manera también destacable la falta de iniciativa de la Concertación. Hasta ahora, así como no está todavía claro el plan de reconstrucción de Piñera, tampoco está claro nada que se parezca a un plan de “construcción” por parte de la debutante oposición. Al contrario, lo único que hemos visto es una actitud reactiva y refractaria a lo que dice o hace (o no dice y no hace) el gobierno y, peor aún, ciertas señales de “oposición constructiva” como la repulsiva foto de Walker y Cia. (por compañía, no se vaya a malinterpretar) con el Presidente rasgando vestiduras por derechos humanos que sólo observan fuera del país.

La segunda ley de Newton dice: “el cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime”. Es decir, para que las cosas cambien, alguien tiene que empujar con fuerza para algún lado. Hasta ahora, ni el gobierno, ni la oposición ni la ciudadanía organizada empujan para ninguna parte. Es como si la tragedia del terremoto hubiera anestesiado las necesarias sinapsis políticas o, al menos, parece que algunos están aprovechando este escenario de “unidad nacional” para evitar hacer el ejercicio neuronal requerido.

Por último la tercera ley física nos recuerda que “con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: o sea, las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en direcciones opuestas”. Es decir, cada cosa que se haga tendrá su respuesta proporcional. Y como al parecer ni el gobierno ni la oposición tienen mucha claridad respecto de los objetivos que se persiguen, ninguno quiere arriesgarse a que una iniciativa encuentre una respuesta que los pille mal parados.

En síntesis, y contrariamente a la vieja metáfora de los rounds de reconocimiento entre boxeadores, lo que pareciera es que nadie quiere tirar el primer combo, para que el que venga de vuelta no lo vaya a desestabilizar. O sea, una pelea arreglada entre “paquetes”: moverse harto, pero pegarse poco.

Así las cosas nos encontramos en una inédita e inesperada situación inercial que, de no variar en alguno sentido en el futuro inmediato, terminará por agotarse y dejarnos al borde de algo bastante parecido al desgobierno: por un lado un sector político que dice que esperó y se preparó 20 años para gobernar y no se ve por donde, y por el otro un sector que pensaba que los triunfos electorales estaban garantizados para siempre y que tampoco sabe que hacer sin el Estado.

Bastará entonces que caigan las primeras lluvias en las zonas más damnificadas y que las regiones no afectadas comiencen a molestarse en serio por los recortes presupuestarios de que están siendo objeto, o que se exprese más nítidamente la molestia de los automovilistas y ciudadanos afectados por el alza de los combustibles, mientras el jefe de Estado se echa al bolsillo más de mil millones de dólares y se evita pagar otros 50 en impuestos, para que quede patente esta situación de ingobernabilidad de baja intensidad que por ahora se disfraza de normalidad-terremoteada.

Hoy parece increíble recordar la intensidad aparente de la pasada campaña presidencial donde, se decía, se jugaba el futuro del país porque “no daba lo mismo” quien gobernara. Hoy, la verdad, es que parece que sí daba lo mismo. Porque la UDI sigue tan criticona y opositora como siempre y la Alianza ya tiene instalada la mocha interna, no sólo por los cargos y cuoteos que antes criticaban, sino porque el gremialismo ingenuamente esperaba ser compensado por no ser el partido del Presidente.

En la Concertación hemos visto la previsible resurrección de Lagos, buscando instalarse tempranamente a la cabeza de aquellos que creen que las soluciones a todos los males es hacer campaña cuatro años y ganar las elecciones del 2013. Tenemos de presidente del Senado a uno de los generalísimos de la campaña de Frei, cargo que ocuparán luego Girardi y Escalona y la Concertación está preparando un cónclave (no se sabe bien para qué), mientras los partidos, aún desorientados, postergan sus elecciones internas. Es decir, de autocrítica, ni luces.

En definitiva la ciudadanía está más sola que nunca, políticamente hablando. No asoman liderazgos, proyectos, ni banderas que seguir. Hasta MEO y Arrate parecen haber sido abducidos.

Veremos si por algún lado se prende la chispa que falta para que este país funcione. Así como vamos, pareciera que lo único esperable es que la electoral amenaza de la “movilización social” empiece a cumplirse y que el gobierno debute represivamente, incluyendo los militares en las zonas afectadas para mantener el orden, la seguridad y la tranquilidad social.

Por mientras, al parecer, seguirán siendo las grandes empresas las que se adueñen de la iniciativa y junto a la campaña comunicacional y de marketing, hagan del terremoto, la necesidad y la tragedia humana, para variar, un buen negocio.

Written by ciudadanojaviersanchez

marzo 28, 2010 at 23:15

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El PS contra Cuba: ¡¡perdónalos Chicho, que no saben lo que hacen…!!

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“Nunca he confundido a Cuba con el paraíso.

¿Por qué voy a confundirla, ahora, con el infierno?”

Eduardo Galeano, “A pesar de los pesares”

Puede que sea un efecto negativo más del terremoto. Puede que sea parte del shock post derrota electoral que persiste. Puede que sea pura falta de conocimiento de la historia del socialismo en Chile. Puede que sea simple indiferencia. Puede que se deba a que nunca hayan ido a Cuba y no conozcan la fraterna generosidad de ese pueblo. Puede ser un mal análisis. Puede ser hasta ingenuidad.

No quisiera creer que detrás de la declaración de la bancada de diputados del PS condenando la existencia de “presos políticos” en Cuba hay convicción, así como tampoco quiero creer que hay mala intención o, peor aún, no quiero creer que simplemente es una nueva constatación brutal de la distancia del PS con los pueblos de Latinoamérica, especialmente aquellos que porfiada y dignamente persisten en resistirse a la dominación financiera, cultural e ideológica de la globalización neoliberal que impone Estados Unidos.

Lo concreto, es que en los hechos parte importante de la dirigencia y de los mandatarios del PS siguen señalizando a la izquierda, pero terminan virando siempre a la derecha.

En las escuetas 250 palabras que contiene la declaración de los diputados del PS (me da no se que decir socialistas), curiosamente falta la primera que uno hubiera esperado encontrar: bloqueo. Además, la declaración interpela al “embajador” de Cuba en Chile, dejando en evidencia que desconocen que desde hace un año hay una embajadora al frente de la legación.

Porque ciertamente uno puede hacer un riguroso análisis del proceso cubano, pero no puede llegar al extremo de la descontextualización que significa no considerar el principal factor que afecta a la sociedad cubana desde hace más de cuatro décadas, como lo es el criminal bloqueo que Estados Unidos impone a la isla, impidiendo el ingreso de alimentos, medicinas, papel y combustible entre otras muchas cosas, afectando su turismo y su economía, generando pérdidas millonarias cada año y que además sanciona a los países que no respeten este cerco. Por cierto también se les olvidó mencionar que EEUU ocupa Guantánamo desde 1903, base militar que ha terminado convertida en una tristemente célebre e inhumana cárcel.

Nada dice la declaración de los diputados sobre el respeto al principio de la autodeterminación de los pueblos, que también forma parte del sistema de derechos humanos que deben respetarse. Nada dice tampoco sobre que cada año, con las excepciones de EEUU, Israel y las Islas Palau, la Asamblea General de la ONU compuesta por más de 180 países se pronuncia contra el bloqueo. También olvidaron mencionar, seguramente con el apuro, que en el nuevo Consejo de DDHH de la ONU -que reemplazó a la Comisión- Cuba fue elegido integrante, mientras que EEUU no consiguió los votos para serlo.

Nada dicen los parlamentarios del PS (y digo parlamentarios porque en el Senado Rossi también debutó votando contra Cuba) sobre las interminables, ininterrumpidas y odiosas transmisiones que medios de comunicación instalados en Miami dirigen a Cuba pretendiendo generar un descontento social aprovechando las carencias que la misma política promovida por EEUU y sus aliados provocan.

Nada se dice tampoco sobre las gloriosas y fraternales páginas históricas en la lucha por la liberación colonial, cuando chilenos ilustres como Benjamín Vicuña Mackenna se esmeraron en hacer llegar recursos, víveres y armas a los independentistas caribeños, lo que generó la gratitud espontánea de todo un pueblo sencillo que adoptó con pequeñas modificaciones nuestra bandera para convertirla en su primera bandera nacional, la que hoy sigue siendo honrada en la Asamblea del Poder Popular.

Menos aún recordaron los diputados (a lo mejor ni lo saben) a los anónimos chilenos como el capitán de Ejército Pedro Vargas Sotomayor, quien alcanzó el grado de general en el ejército mambí encabezado por José Antonio Maceo, al igual que otros 11 compatriotas (un coronel, dos comandantes, cuatro capitanes, un teniente, un alférez y dos soldados) que combatieron en distintos frentes, entre los que estaban Arturo Lara, que combatió en Matanzas como teniente y coronel, así como Carlos Dublé, Federico Gubler y Arturo Elizalde.

Menos aún recordaron a la hora de escribir esa escueta declaración la generosidad de Cuba luego del golpe militar de 1973 para acoger a miles de chilenos, muchos de los cuales siguen viviendo allí o están ligados por lazos familiares o de amistad. Nadie se acordó (aunque al menos una debió hacerlo) que allí murieron Tati y Laura Allende. Y, cosa curiosa, ninguno parece haberse acordado de la entrañable amistad del Presidente Salvador Allende con Cuba y su pueblo, graficado en la protección que brindó a los sobrevivientes de la guerrilla del Ché, siendo presidente del Senado, a quienes acompañó hasta Tahíti donde los recogió el embajador de Cuba en Francia.

Que decir de que a ninguno de ellos se les vino a la mente la imagen de los cientos de jóvenes chilenos, sencillos, de comunas pequeñas, de familias trabajadoras que gracias a la generosidad inagotable de Cuba, su pueblo y su gobierno (ahí están los niños de Chernobyl para testimoniarlo), aún en los peores momentos, estudian en la Escuela Latinoamericana de Medicina, así como cientos de jóvenes provenientes de otras naciones. Por cierto también hay otros que estudian, gratis, Educación Física, Agronomía, Arte, Música y otras carreras.

Y, finalmente, les falló la memoria para recordar que tras el terremoto del 27 de febrero pasado 36 médicos, enfermeros y técnicos cubanos están asistiendo a las víctimas, en un hospital de campaña que instalaron en Rancagua, dotado de 12 toneladas de instrumental médico y medicamentos.

Al final, como conclusión, nos quedan las palabras del insigne independentista y poeta cubano José Martí: “el sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas, los agradecidos hablan de la luz”.

Written by ciudadanojaviersanchez

marzo 20, 2010 at 3:54

Entre el caballito de bronce y el pen drive

“Una democracia que, en fin, vaya imponiendo el señorío del trabajo y del trabajador, como expresión plena de lo humano, y como pauta y rasero para distribuir la riqueza y el poder. Y por lo tanto, que valore al trabajo acumulado, en cuanto fruto del esfuerzo humano -del ahorro y de la racionalización del consumo-, como un capital social que más que generador de ganancias, esté  destinado a garantizar una vida decente para todos los chilenos ahora, y un mañana más próspero y feliz para las nuevas generaciones.

Clodomiro Almeyda

“La salida democrático-revolucionaria a la crisis chilena”

Ediciones Unidad y Lucha, Enero de 1986

Hace pocos días atrás leí una historia en que se hacía una diferencia entre la lógica del juego “caballito de bronce” y el de las “torres humanas”. Si bien ambos consisten en ir apilando gente hasta que los de abajo se cansan y ya no resisten y la estructura de derrumba, en el primer juego aquellos que ceden al peso son considerados culpables de que el caballito de haya desarmado, mientras que en el segundo el derrumbe de la torre es asumido como una responsabilidad colectiva.

En el primero, además, generalmente los últimos en tirarse sobre el caballito son los más grandes y gordos, que libran sus culpas cargándoselas a los generalmente más débiles que, bajo la lógica del abuso, casi siempre quedaban abajo. En el segundo, a la inversa, los más grandes van abajo, soportando sobre sus brazos y hombros a los más pequeños y débiles.

Algo similar es lo que ocurre y ha ocurrido durante largo tiempo en la política chilena, especialmente entre aquellas fuerzas que a partir del próximo 11 de marzo se ubicarán en la oposición: pudiendo haber aplicado la lógica solidaria y democrática de las torres humanas que habían anunciado, terminaron aplicando rigurosamente el espíritu del caballito de bronce. Es decir, en lugar de consolidar una estructura u organización que permitiera ir mejorando la posición de los débiles, los más gordos y pesados terminaron en los últimos lugares en la fila del caballito de bronce, para dejarse caer sobre los otros.

Y al final, como era esperable, no resultó la estrategia escogida, se terminó culpando a aquellos más esmirriados que rompieron la feble unión que soportaba a los de más arriba, cada día más acostumbrados a tirarse, ser soportados y a no caer. Y lo peor no es que aún no haya autocrítica, sino que quieren seguir jugando el mismo juego.

Entonces, especialmente para quienes formamos parte del pueblo socialista de base desde hace años, cada día en lugar de avanzar hacia certezas, respuestas o al menos propuestas, nos llenamos de dudas, interrogantes e incertidumbres. Por eso, aunque con una celeridad desconocida en el PS, la convocatoria a elecciones en abril estuvo en la página web del partido cuando las sillas del comité central que las acordó aún no se enfriaban, los socialistas todavía no sabemos que se juega en esa elección.

Hasta ahora, para variar, todo parece a reducirse a la lógica binominal de elegir, igual que en el retail, los supermercados, las farmacias y los medios de comunicación, entre dos alternativas: o Díaz o Andrade (aunque seguramente surgirá una tercera o cuarta candidatura para despistar). Sin embargo hay varias cosas que no se saben: por ejemplo ¿qué representa política o programáticamente cada uno de ellos?, ¿cómo llegaron a ser nominados candidatos?.

Peor aún, muchos antiguos militantes (entre los que me cuento) siguen creyendo ingenuamente que habría sido mejor realizar un Congreso extraordinario que definiera una nueva línea política (aunque después nadie la conozca, ni tampoco se aplique) y luego elegir una mesa directiva y un comité central para implementar esas nuevas directrices políticas, que esta vez, por obligación, debieran tener un contenido más amplio que la simple definición de oficialista que atravesaba las resoluciones del último Congreso, realizado sin ninguna condición material ni geográfica y que recién se conocieron muchos meses más tarde. Sin embargo no será así, una vez más tendremos los bueyes antes de la carreta.

Por otra parte estas elecciones que se avecinan en el PS generan otras dudas razonables: ¿se utilizará nuevamente el mismo padrón que la elección pasada, cuando votaron 25 mil afiliados (entre militantes, fichados y acarreados) de un universo de más de cien mil?; ¿por qué nuevamente la posibilidad de postular a las directivas comunales, regionales o al comité central deben ser, sí o sí, por lista?.

Muchos pensamos que el padrón debió depurarse antes de la elección para sincerar la realidad y al menos reducir la incidencia del voto acarreado-no militante en el resultado de los comicios y que, para generar verdadera participación, las postulaciones pudieran ser también unipersonales, porque de otra manera sólo se consagra la dictadura binominal de los mismos de siempre: cada lista corresponderá a un lote que ya sabe más o menos de antemano cuantos miembros podrá elegir y donde los componentes de las nóminas finales serán siempre los “rostros” o los poderosos del lote y no siempre los más capaces ni los más interesados en participar.

Es decir, se reproduce al interior del PS lo peor del sistema binominal: sólo tenemos “derecho” a votar por un candidato, en el caso del comité central, de varias listas que fueron previamente “elegidos” por no se sabe quien y por razones igualmente desconocidas. Bajo esa fórmula, el principio de un militante un voto vale hongo, porque al final no se elige, sólo se ratifican las decisiones que antes tomaron otros. O sea, ni tan lejos de las elecciones antidemocráticas que por años hemos tenido la cara de cuestionarles a la derecha, con la diferencia de que en la UDI, por ejemplo, serán momios y antidemocráticos, pero al menos tienen clara desde hace rato la pega que hay que hacer (y que hacen) en las poblaciones.

Pero la cosa no termina ahí. Aunque para algunos pueda sonar hasta conspirativo, la verdad es que tras este apuro por hacer las elecciones, donde aquellos que creen que Escalona perderá poder se equivocan, existen las más variadas razones, contándose entre las más notables aquella que busca tener un PS no demasiado a la izquierda, que ojalá se case sin separación de bienes con la DC, y que no piense ni por un minuto en superar la ya gastada fórmula concertacionista para… ¡¡promover la candidatura presidencial de Ricardo Lagos el 2013!!, compitiendo con aquellos que ya han enunciado su intención de candidatear a la actual mandataria con los mismos fines.

Es decir, los partidos ya no como instrumentos de interpretación y conducción social, sino como meros instrumentos electorales en beneficio de algunos pocos. En todo caso, nada muy distinto de lo que pasa en el PPD, la DC y el PRSD. ¿Y de ideas, proyectos o sueños?, ni hablar. No hay tiempo de campaña que perder discutiendo sobre utopías colectivas.

En este contexto genera sana envidia leer los programas del PSOE y del Partido de los Trabajadores de Brasil, por poner sólo algunos ejemplos, donde también existiendo diversas corrientes de opinión en su interior y con varios miles y millones de militantes más en su orgánica, la lucha política interna y los acuerdos se basan en propuestas y programas, no en nombres ni cargos.

Parece absolutamente necesario, al menos para la base socialista que contempla este espectáculo electoral, explicitar ideas, propuestas y proyectos que redefinan la identidad del PS de cara al siglo XXI del cual ya hemos avanzado una década. Para nosotros resulta lógico partir de asumir nuestra condición de partido de izquierda, sin embargo no todos piensan lo mismo y por eso ese afán obsesivo por aferrarse a la poco clara definición de “progresista”. Su perfil latinoamericanista, graficado incluso en su bandera, tampoco genera los consensos que uno esperaría, porque cada vez son más y cada vez menos pudorosos los que coquetean con Estados Unidos (no puse imperio para que nadie se asuste) y sus políticas neoliberales hacia Chile y Latinoamérica.

De allí que muchos destacados “socialistas” hagan arcadas o arrisquen la nariz cuando se habla de los procesos venezolano, boliviano, ecuatoriano o de la heroica resistencia de Cuba y son los primeros en ponerse en la fila, detrás de la derecha y la DC, para repetir el libreto gringo contra Chávez, Evo Morales, Correa o contra la Revolución Cubana, que con todas sus contradicciones y carencias, sigue siendo un ejemplo de dignidad y decencia, y que en materias como educación, salud, deporte y turismo, nos sigue mirando desde muy arriba de todos los ranking mundiales.

La defensa del medio ambiente, la exigencia de una nueva Constitución, la correcta apreciación de las nuevas formas de construcción social, así como el uso e importancia de las nuevas tecnologías, la necesidad de definir nuevas y variadas formas flexibles de militancia, la fijación de posiciones claras en materia de defensa de la educación y la salud pública, la obligación de definirse frente al lobby intenso y descarado que hacen las empresas que quieren instalar energía nuclear en Chile o que quieren inundar la Patagonia con sus represas, nuestra apuesta por una verdadera regionalización y sobre todo la obligatoria definición de nuestras propuestas en materia de defensa y fortalecimiento de los derechos laborales, son entre otros, temas antes los cuales el PS debe definirse.

Sin ánimo de hacer comparaciones, creo que no sería una mala idea que a la próxima mesa y al próximo comité central se les entregue un pen drive (tal como lo hizo Piñera con sus ministros), pero vacío, para que sea una obligación salir a la calle a llenarlo con ideas, propuestas y sueños de la gente trabajadora y sencilla que sigue porfiadamente creyendo y bregando por una comuna, una región, un país y un planeta donde sea posible desarrollarse de otra forma a la que nos impone el “desarrollo” capitalista y neoliberal que muchos en el país y en el mundo quieren hacer aparecer como inevitable, para que la línea política y el proyecto socialista para el Chile de este siglo surja de la gente que quiere cambios verdaderos y no de grupos iluminados que nos consideran políticamente discapacitados.

En caso contrario, de persistir la tendencia electoralista extrema que se impone por sobre la discusión y la propuesta política que debiera existir al interior del PS, seremos testigos de la triste decadencia de un partido que renunció a ejercer un liderazgo social y cultural y, más triste aún, que olvidó que su historia y lo que le queda de prestigio se construyó sobre el sacrificio de muchos que creyeron, aún en los peores momentos de nuestra historia, que era posible construir un mañana mejor.

Written by ciudadanojaviersanchez

marzo 14, 2010 at 2:34

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El terremoto del modelo

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Tenía que ser algo con una fuerza sobrehumana lo que viniera a poner las cosas en su lugar en el ya manoseado “año del bicentenario”, en que se recuerda como la burguesía (uff, tantos años que no escribía esta palabra) de aquella época se puso de acuerdo para hacerse del poder que ejercían los españoles en estas tierras (aunque siempre guardando fidelidad al rey, por si acaso).

El terremoto que acaba de sacudir gran parte de nuestro territorio al parecer nada sabía del ingreso de Chile a la OCDE y de su cada vez más cercana condición de país desarrollado, ni tampoco nada sabía de cifras macroeconómicas, equilibrios fiscales, superávit estructural ni tratados de libre comercio: nos trató como un país cualquiera, igualándonos con el pobre Haití que, como sabemos, está en el otro extremo del ranking del crecimiento económico.

Así, de golpe, hemos vuelto a recordar que todavía hay muchos chilenos viviendo en casas de adobe, que hay mucha gente que vive en casas de “material ligero”, que hay lugares que siguen aislados del “progreso” y tienen dificultades de conectividad y que con el sismo quedaron aún más a trasmano. Hemos vuelto a descubrir que todavía hay muchos hombres, mujeres, ancianos y niños viviendo en la pobreza.

También muchos chilenos, embobados de tanta farándula, telenovela, reality, fútbol, facebook y consumismo han logrado ver detrás que detrás del falso brillo del negocio denominado festival de viña, las empresas sanitarias, eléctricas y telefónicas que nos llenan de cargos fijos, de cobros por ajustes, intereses por mora y cortes apenas nos atrasamos,  con su falsa propaganda de atención al cliente y modernidad en el servicio, siguen siendo las mismas empresas ineficientes de siempre cuando el cliente es el que tiene la razón o está ejerciendo su derecho a exigir el servicio por el que paga.

Por cierto, las empresas concesionarias de las autopistas no se quedaron atrás. Los mismos que defendieron con dientes y muelas las millonarias sanciones a quienes no pagaran el tag, hoy aparecen en las pantallas con su mejor cara de humildes llamando a la comprensión de los usuarios. Y qué decir de constructoras e inmobiliarias, cuyo negocio de hacer casas y edificios con cada vez más arena y menos cemento y fierro, con la complicidad cierta de muchos alcaldes y direcciones de obra, salta a la vista.

Así, a costa de la gente, cualquiera hace “buenos” negocios.

Y aunque quizás muchos se hayan declarado sorprendidos de los “saqueos” de las “turbas” humanas a supermercados y multitiendas, la verdad es que no debiera llamar la atención que mientras muchos tomaron sólo lo que necesitaban para la alimentación de sus familias, otros se fueran de cabeza a sacar plasmas, ropa deportiva, lavadoras o refrigeradores. Aquello de la valoración o la discriminación social por la moda, la marca o la apariencia es un dato cada más evidente del imaginario en gran parte de la sociedad.

Incluso entre los propios damnificados del terremoto se ha expresado en muchos casos el egoísmo y el individualismo propios de nuestra “economía social de mercado”, que cada vez tiene menos de social y más de mercado y que los más pudorosos se resisten a llamar por su nombre: neoliberalismo.

Y aunque ante este tipo de tragedias tampoco faltan nunca los programas especiales y los comentaristas, la verdad es que nadie dice que parte importante de las pérdidas humanas y materiales, no se deben sólo a la intensidad del sismo, que para algunos se convierte en la mejor coartada, sino a las prioridades de las personas, de las instituciones, las empresas y el propio Estado. Porque entre comprar el plasma para ver el mundial o construir la ampliación de la casa con material sólido, está claro cual es la opción ganadora. Porque entre darle la recepción definitiva a casas y edificios mal hechos o velar por la seguridad de las personas, está claro que lo primero suele ser más rentable. Y que entre hacer leyes que hagan pagar a las empresas que no cumplen y que prestan un mal servicio o pedirle a los consumidores que tengan paciencia, siempre es mejor el buen lobby.

Y ya sabemos que el país apelará a su siempre esgrimida solidaridad para con los que sufren, nos mostrará miles de imágenes de la tragedia humana y la catástrofe material y que el gobierno de turno argumentará la necesidad impostergable de millonarios gastos del erario nacional, para terminar favoreciendo con la licitación a las mismas empresas de siempre para que vuelvan a construir las carreteras y edificios que antes hicieron mal, segurament5e para “abaratar costos” y maximizar utilidades.

Pero nadie dirá que ya es hora de al menos comenzar el debate sobre la necesidad de contar con bomberos o cuerpos especializados de rescate profesionales; que es absolutamente posible capacitar a quienes cumplen con el servicio militar para enfrentar catástrofes naturales y no sólo para ser mozos, mecánicos o peluqueros; y que es totalmente imprescindible e indispensable tener un sistema de protección civil de verdad y no uno como el actual, que es la Onemi central, más un encargado por región y por comuna, éste último generalmente con otras tareas prioritarias.

Por cierto, también se ha echado de menos a todos aquellos oficiosos voceros que en los últimos años han repetido una y otra vez, tratando de convencernos por cansancio de que la energía nuclear es la panacea frente a las necesidades energéticas nacionales. ¿Qué habría pasado si hubiera existido una sola de las varias plantas nucleares que quieren instalar a la fuerza en Chile?: a estas alturas no estaríamos lamentando sólo las muertes y los daños materiales, sino también una brutal contaminación de tierra, agua y aire, flora y fauna, y por cierto de la población, con elementos y residuos radioactivos.

En definitiva este terremoto, el del bicentenario, ha venido a erigirse como un muro de contención de los cuentos que muchos insisten en contar y en contarse, y lo que es peor, en creer, durante las últimas décadas. Chile no es el país desarrollado que algunos construyen artificialmente en los medios, en los seminarios y en el Parlamento. Claramente, el famoso modelo implementado por los Chicago Boys, defendido por Büchi y “perfeccionado” por Foxley, Aninat, Eyzaguirre, y Velasco ha hecho agua ante los ojos de todos nosotros. En un instante el país dejó de estar interconectado vial y telefónicamente, en un minuto sus regiones más grandes tuvieron miles de casas destruidas, de un momento a otro vimos a los ojos la cara humana de la necesidad y el hambre.

Y aunque ciertamente esta tragedia -que lo es- le cambiará parte importante del eje programático al gobierno de Piñera, también debiera servir para sacudir algunas neuronas entre aquellos que pasarán a la oposición y que durante veinte años sólo fueron un ejército de propagandistas gubernamentales y que olvidaron ejercer el natural derecho a criticar y a no encontrar todo bueno. Especialmente quienes miramos la vida, el mundo y la historia desde la izquierda, quienes nos definimos como socialistas (porque queremos el socialismo, no sólo porque militamos en el PS) debiéramos ser capaces de reponer los necesarios debates, especialmente sobre la desigualdad y el tipo de país que queremos construir.

Es de esperar que este tipo de situaciones abrutas y violentas que rompen todas las planificaciones políticas y mediáticas sobre gobiernos de “unidad nacional” o de levantar ingenuas candidaturas para “recuperar el gobierno el 2014”, sirvan para eso y mucho más.

Porque no basta que los partidos políticos hagan elecciones y renueven sus caras pero no las ideas, especialmente entre aquellos que dicen renegar de la derecha (aunque a veces no se note demasiado). Necesitamos discutir todo y sincerar nuestras posiciones. Decir lo que pensamos y soñamos no es delito, ni significa romper la comunicación con nuestros aliados, aunque no pensemos ni soñemos lo mismo. Antes la diversidad fue una fortaleza, algunos insisten en seguirla convirtiendo en debilidad.

Para ello, también debemos romper con la lógica electoralista absoluta: no todo se resuelve con una elección, como han pretendido hacerlo durante años los mitificadotes del plebiscito del 88, que han logrado convencer a muchos que la historia política de Chile comenzó con ese hito electoral. La derrota de la dictadura no fue con un lápiz como dicen los siúticos: fue el resultado de años de luchas, movilizaciones y generosos (y olvidados) sacrificios personales.

Veremos si en definitiva este movimiento telúrico, que vino ad portas de la consumación del terremoto político, sirve de algo, no sólo para remecer los cimientos de la solidaridad con el otro, la conciencia colectiva o la recuperación de cierta identidad cultural y territorial que nos haga ver quienes somos en realidad y no quienes quieren que seamos. Y, especialmente, veremos si tanta tragedia y sufrimiento humano sirve para que aquellos que dicen alinearse del lado de los pobres y los más necesitados, de los que viven de su trabajo, desempolven las viejas, pero vigentes  banderas de la igualdad, de la justicia social y de la profundización de la democracia, para pelear por un mejor país y no sólo para recuperar sus mullidos sillones en algunos años.

A casi 200 años del acuerdo burgués que comenzó a definir el perfil del Estado y la sociedad excluyente que tenemos, ya es tiempo de hacer algo en serio o simplemente ser sinceros y asumir que el tener le ha ganado demasiado terreno al ser, que conjugamos mejor el verbo comprar (deudas mediante) que el compartir y que aunque nos decimos “progresistas”, la verdad es que nos gusta vivir en condominios cerrados, tener a nuestros hijos en colegios particulares, que no concebimos la vida sin auto y que el mercado nos resulta cada vez más cercano que el Estado.

A ver si en una de esas nos entusiasmamos y, de verdad, trabajamos por lograr nuestra verdadera independencia.

Written by ciudadanojaviersanchez

marzo 13, 2010 at 23:54

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y ahora ¿para dónde va la micro?

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Cuando la derrota de la Concertación (más que sólo de Frei) está aún fresca, es difícil hacer proyecciones sobre lo que eso significa de cara al futuro. Sin embargo, hay que hacer el ejercicio.

Sobre la derrota electoral se podrían decir muchas cosas, pero en síntesis creo que hay temas claves que no se pueden soslayar ni relativizar: la desvinculación social de los partidos y su vuelco al aparato del Estado; la falta de proyecto político de largo plazo distinto del programa de gobierno de turno; pésima lectura, sino ceguera ante los movimientos sociales; contribución a la despolitización de la sociedad; priorización y sobrerelevancia decisiva del factor economicista por sobre los aspectos políticos, sociales y culturales.

Porque ahora es el momento de volver sólo un paso atrás y preguntarse: ¿cuántos de los votos que perdió la Concertación o peor aún, que ganó Piñera tienen que ver, por ejemplo, con el portazo en la cara que se les dio a los profesores y demanda de deuda histórica?, ¿cuántos de estos votos tienen que ver con el proyecto impulsado por el gobierno para salvar a las industrias salmoneras, hipotecando ante la banca bienes de uso público como el mar y el borde costero? O más atrás aún, ¿cuántos de esos votos y cuánta credibilidad se perdió definitivamente con la implementación tecnocrática del Transantiago?.

Pero eso será tarea de los analistas expertos que escribirán mucho sobre el tema. Lo que importa más ahora es que pasará de aquí en adelante con la derecha gobernando Chile.

Y lo más preocupante es la respuesta: en lo inmediato nada, porque la derecha seguirá administrando el modelo que instauraron los Chicago Boys en la dictadura y que la Concertación sólo trató de hacer más equitativo y más solidario, pero el que cada vez menos intentó modificar en sus bases.

Entonces las definiciones de futuro no pueden reducirse a atrincherarse cuatro años en los partidos, el Parlamento o los municipios para tratar de ganar la elección de diciembre de 2013. Ya lo he dicho antes: no se debe seguir reduciendo la política a los momentos electorales. La política debe ser por definición algo mucho más amplio y permanente que una candidatura y que una campaña. La política debe ser proyecto, trabajo en la sociedad para tratar de hegemonizar y sobre todo reconstrucción de redes, tejido social y sobre todo credibilidades y confianzas.

Ante esta disyuntiva habrán algunos que mañana levantarán nombres, bajo el paraguas de conducir a la oposición, para levantar precoces candidaturas presidenciales. Por cierto, no me cuento entre ellos.

Otra variante será la tesis de la “oposición constructiva”, que tal como lo señaló el propio Piñera es un intento por reeditar una “política de los consensos 2.0”. Tampoco me sumo a esta variante, porque aunque no creo que la labor de una oposición sea dedicarse a obstaculizar a un gobierno porque sí, tampoco parece necesario, sano ni útil en este nuevo ciclo seguir co-gobernando el modelo con la derecha. Justamente lo que se requiere es diferenciar la visión y el proyecto histórico de quienes somos de izquierda (y no indefinidos progresistas) respecto de quienes son de centro y, obviamente, de derecha, sin que eso signifique romper el diálogo y las alianzas con el centro y la centro-izquierda, así como con los otros actores sociales relevantes.

Eso significa empezar a hacer se cargo de las demandas del Chile del siglo XXI y por reponer parte del programa no cumplido o abandonado: significa impulsar de manera efectiva la demanda por una nueva Constitución y el término del sistema binominal; por intervenir el sistema de AFP a favor de los trabajadores y promoviendo una mayor inversión de sus fondos en Chile; por tener después de 20 años de postergación el Ombudsman o Defensor del Pueblo; recuperar o establecer la tuición nacional sobre el agua, el cobre y el litio; fortalecer una educación verdaderamente pública, fuera de los municipios, y una educación superior con efectivo aporte estatal a los planteles públicos; romper con el monopolio de los medios de comunicación; pero sobre todo hacernos cargo de un tema que a veces parece olvidado: la redistribución efectiva del ingreso, que sigue ahondándose a favor de los más ricos, y que no puede seguir ocultándose con bonos y asistencia social.

La forma de mirar y asumir estos desafíos no puede ser sólo desde la lógica izquierda- derecha, ni desde los partidos. La despolitizada y desinformada sociedad chilena ve hoy las cosas de manera bastante más desprejuiciada y transversal. Hay que hacer se cargo de esa realidad, especialmente al momento de abordar los llamados temas emergentes. Hay que crecer en ciudadanía y densidad democrática, la que por cierto no puede reducirse a señales excesivamente débiles e insuficientes como establecer primarias obligatorias en los partidos. Hay que avanzar hacia formas más flexibles, inclusivas y participativas de trabajo político y social.

Construir mayorías no debe ser un concepto reductible a lo electoral, debe ser una faena política, social y cultural permanente. No se trata de tener más y mejores candidatos o tener más o menos recursos para hacer campaña. Se trata de volcarse a la sociedad, especialmente a los más desamparados y pobres, a los trabajadores, a los jóvenes y a los adultos mayores que serán mayoría en no mucho tiempo para ofrecerles nuestra vocación de cambio, de justicia social y de profundización democrática y de derechos. Pero sobre todo para ofrecerle a las personas mayor participación y protagonismo en todos los niveles.

Debe quedar claro que queremos cambiar Chile, de verdad, no sólo en las apariencias. No necesitamos nuevos rostros: necesitamos nuevas ideas, nuevos tipos de liderazgos, nuevos proyectos y nuevos compromisos. Para quienes somos de izquierda eso significa, ni más ni menos, que definirnos ante el sistema económico neoliberal que administra el Estado desde hace 37 años.

Si no, el sacrificio de tantos miles de valientes hombres y mujeres que lucharon por transformar esta sociedad y que combatieron la dictadura para recuperar la tan manoseada democracia, y que algunos trataron de usar como argumento final para salvar a una Concertación que ya los había olvidado, efectivamente no habrá servido de nada.

Written by ciudadanojaviersanchez

marzo 13, 2010 at 23:14

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Nos fuimos quedando en silencio

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Nos fuimos quedando en silencio
Nos fuimos perdiendo en el tumulto
Nos fuimos acostumbrando
A aceptar lo que dijeran
Nos fuimos perdiendo en el tumulto
Se nos fue pegando la avaricia
Y con ella también la injusticia
Nos gusto los artefactos
Que ofrecían las vitrinas
Y se fue apagando nuestro canto
Nos soltamos de las manos
Dejamos de ser hermanos
Levantamos nuestros cercos
Con ladrillos y cemento
Se nos fue olvidando de mirar atrás
Se nos fue olvidando de escuchar la paz
Cambiamos monedas por la libertad
Y en cajas de vidrio escondimos la igualdad
La televisión nos fue diciendo

Haga esto lo otro o aquello
La radio nos fue mintiendo
Mientras escondían muertos
Nos fuimos quedando en silencio
El paisaje se lleno de dueños
Crecieron los cercos y el desierto
Mientras en las poblaciones
Los obreros comen viento
Nos fuimos quedando con lo nuestro
Nos callamos en la hora
De decir nuestras verdades
Por que era conveniente
Salvar nuestra propiedad
Nos olvidamos un día de amar
Todo funcionaba en torno del metal
Se nos fue olvidando la experiencia
Se nos fue pudriendo la conciencia
Nos fuimos quedando en silencio
Nos fuimos perdiendo en el tiempo

“Nos fuimos quedando en silencio”, Schwenke y Nilo

Hablando con un compañero, para variar sobre los resultados de la elección presidencial del 13 de diciembre y las expectativas respecto de lo que puede ocurrir en la segunda vuelta o balotaje como dicen los más afrancesados, y ante mi análisis crítico sobre el por qué llegamos a un inminente triunfo de la candidatura de la derecha, los errores de la campaña de Frei en primera vuelta y en lo que va de segunda patita y la responsabilidad de los partidos políticos en la despolitización más profunda de la sociedad y sus ciudadanos, el me devuelve un revés a dos manos cual Fernando González y me dice: ¿pero y qué hicimos nosotros para que eso no pasara?, ¿qué hicimos nosotros para que los partidos y especialmente el partido en que militamos ambos no se convirtiera en la sombra de su historia y un espectro de su futuro?.

Y la verdad es que tiene razón. Es simple hacer análisis críticos, aunque sean bien argumentados, si siempre dejamos afuera la tan manida autocrítica, que aparecía en todos los manuales leninistas (de Lenin, para quienes son de otras culturas políticas) y que siempre echamos de menos en nuestras autoridades partidarias y más aún en nuestras autoridades gubernamentales.

Y dándole vuelta a ese emplazamiento simple, directo, pero y certero de mi sabio amigo, se me vino a la mente una de esas clásicas canciones de Schwenke y Nilo que encabeza esta opinión. La leí un par de veces y me quedó la sensación de que a pesar de ser de la década de los ’80, pensada y escrita en la realidad de aquella época, calzaba bastante con mucho de lo que hoy se expresa pero que nos viene pasando hace un buen rato, salvo lo de las muertes que por eso mismo rayé.

Y tienen razón los valdivianos autores de esta canción. Lamentablemente tienen razón. La culpa de este punto histórico en que nos encontramos no tiene sólo que ver con la extirpación sistemática de la cultura cívica y política que era parte de la identidad nacional que hizo la dictadura durante sus largos 17 años o de la neutra despolitización que ha desarrollado la Concertación los últimos 20 años. La culpa no es sólo de los ministros y subsecretarios que van y vienen entre el sector privado y el público. La culpa no es de las sagradas familias políticas que van rotando y heredando cargos dentro de los partidos y en el aparato del Estado de generación en generación. La culpa no es sólo de quienes quisieron empatar las fortunas derechistas utilizadas en política metiendo las manos al cajón fiscal de EFE, Chiledeportes, el MOP o INDAP o en la compra de aviones.

La culpa no sólo es de Escalona y otros próceres que sobrevivieron de la democracia anterior por cargar con los fantasmas de la derrota, de las muertes de tantos. La culpa no es sólo del sistema binominal, porque no es ese sistema el que elige los candidatos que los partidos imponen como únicas posibilidades de representatividad a los cada vez menos ciudadanos y a los cada vez más chilenos no inscritos, que no votan o que votan nulo y blanco, aburridos de tener que elegir sólo entre la puerta A o B como en concurso de Sábados Gigantes.

La culpa no es sólo del dinero en política y de la cada vez más difusa relación entre política y negocios. La culpa tampoco es exclusiva de los que guardaron las utopías, los sueños y los proyectos colectivos en el cajón del escritorio del nuevo cargo en la empresa o en la guantera del auto del servicio público con chofer. La culpa no es de quienes creen que los votos y los cargos son propios y para siempre.

La culpa no es sólo de aquellos que hábilmente han logrado desdibujar el ejemplo profundamente democrático y revolucionario de Allende, para convertirlo en póster y eslogan gastado, negándoles a los más jóvenes la posibilidad de conocerlo de verdad.

La culpa no es de la maldita Constitución pinochetista que aún nos rige casi 30 años después de promulgada truchamente y que durante años dijimos que queríamos cambiar y a la que sólo se le han hecho algunos liftings y unas pocas cirugías reconstructivas. La culpa no es de quienes sistemáticamente se encargaron de limitar la libertad de expresión hundiendo a los medios valientes que defendieron principios y derechos en dictadura y entregando todo el avisaje estatal a los monopolios de siempre.

La culpa, por cierto, no es sólo de quienes ni se han arrugado para aplicar la ley antiterrorista de la dictadura contra nuestros hermanos mapuches, ni de quienes en 20 años sólo le han ido cambiando el nombre al añejo compromiso de tener un Ombudsman o Defensor del Pueblo que nunca llega.

La culpa no es de quienes siguen firmando decretos para permitir la contaminante expansión de Santiago, a costa de seguir negando la cada vez más necesaria autonomía de las regiones.

La culpa no es de aquellos que han permitido, justificado e incluso facilitado la apropiación de nuestras riquezas naturales, empezando por el cobre y el agua, o que han privatizado el mar que se supone de todos y que hoy está en las manos de Angelini o las salmoneras.

La culpa no es de quienes comparten “civilizadamente” directorios con ex ministros de Pinochet en empresas, AFPs, isapres o bancos.

La culpa no es de ellos, claramente.

La culpa es de quienes creímos a ojos cerrados en el levantamiento democrático de masas con perspectiva insurreccional y miramos sin decir nada como se negociaba la transición con la dictadura, mientras algunos compañeros tenían sus ojos cerrados para siempre.

La culpa es de quienes pese a nuestros más profundos sentimientos, convicciones y dolores apelamos a la tan manoseada responsabilidad política para votar por un golpista de tomo y lomo como Aylwin y su justicia en la medida de lo posible.

La culpa es de quienes se dejaron acarrear en cada elección interna para votar por los mismos de siempre y sus lotes, que al final terminaban siempre dejando botada la pega partidaria para dar el salto a un cargo cuoteado.

La culpa es de quienes no supimos canalizar nuestra frustración, después de haber estado dispuestos a dar la vida por las más nobles y justas causas, y nos fuimos para la casa, porque en el gobierno no había espacio para luchadores, sino sólo para “profesionales”.

La culpa es de quienes teníamos la experiencia, la vivencia, la formación, la convicción y los principios y dejamos que nos pasaran a llevar aquellos que sólo tenían lucas y poder pero pocas ideas y menos sueños.

La culpa es de nosotros, que nos dejamos usar en beneficio de algunos, que dejamos que manosearan nuestros sueños y nuestros símbolos sin decir nada.

La culpa que cargamos es que siendo rebeldes terminamos comportándonos como sumisos.

La culpa fue no haber levantado la voz y tomado acción cuando empezamos a ver las poblaciones cada vez más lejos y las corbatas de seda cada vez más cerca. Cuando nos empezaron a parecer normales los wiscachos y las vacaciones en Europa.

La culpa es nuestra por aceptar la lógica de la complicidad, de no hacer ruido ni olas y de contener la legítima demanda social para no afectar la sacrosanta gobernabilidad que supuestamente el país tanto valora(ba), aunque para ellos tuviéramos como fórmula patentada el “consenso” con la derecha.

Como se suele decir, la culpa no es del chancho, sino del que lo alimenta.

Y tenía razón al final el compañero con el que conversaba, no ha sido mucho lo que hemos hecho nosotros mismos para haber evitado llegar a este punto.

Ojalá la salud, las ganas y la voluntad resistan el largo camino por el desierto que se nos viene. Yo por lo menos estoy empezando a entrenar de nuevo para ponerme en forma, ya no para el TCM (omitiré lo que significa la sigla por razones de seguridad, el que sabe, sabe), sino para volver a ensuciarme los zapatos con la tierra y el barro de las poblaciones sencillas donde viven los hombres y mujeres que viven de su trabajo como lo hice tantas veces. Ojalá ocurra lo mismo en los sindicatos, en las juntas de vecinos y las federaciones de estudiantes. Ojalá se acuerden de nosotros y nos reciban.

Se que algunos de mis amigos y compañeros me dirán que soy pesimista o autoflagelante. Creo que no es así. Simplemente estoy ejercitando las neuronas que me funcionan para tratar al menos de hacer análisis que vayan más allá de cálculos electorales y supuestos voluntaristas, porque no he olvidado que lo electoral es apenas un componente de la política, no toda la política. También se que otros sonreirán y estarán de acuerdo conmigo, especialmente cuando miren su escritorio, su corbata y el abdomen más abultado que ayer.

Asumo mi responsabilidad personal desde la letra de la canción de Schwenke y Nilo, reconociendo que nos fuimos quedando (demasiado) en silencio. Es tiempo de que eso cambie. Es tiempo de hablar y de hacer.

La historia, todavía y más allá de los resultados electorales, sigue siendo nuestra.

Written by ciudadanojaviersanchez

marzo 13, 2010 at 22:25

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El problema no es Escalona

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Desde una mesa repleta cualquiera decide aplaudir
La caravana en harapos de todos los pobres

Desde un mantel importado y un vino añejado
Se lucha muy bien
Desde una mesa gigante y un auto elegante
Se sufre también
En un amable festín se suele ver combatir.
Si fácil es abusar más fácil es condenar

Y hacer papeles para la historia para que te haga un lugar.
Que fácil es protestar por la bomba que cayó
A mil kilómetros del ropero y del refrigerador
Que fácil es escribir algo que invite a la acción
Contra tiranos, contra asesinos
Contra la cruz o el poder divino
Siempre al alcance de la vidriera y el comedor.

Qué bien prepara su mascarada el pequeño burgués.

«Canción En Harapos», Silvio Rodríguez

Si los problemas de la Concertación o del PS se solucionaran con la sola autocrítica o la renuncia de Camilo Escalona, me habría ofrecido de voluntario para ir a pedirle que hiciera el gesto necesario. Pero creo que la cosa no es tan simple. Y aunque no soy no hincha ni pertenezco al lote del susodicho, y aunque por cierto comparto muchas de las críticas políticas que le puedan formular como dirigente político y partidario, como parlamentario o como escudero de la Presidenta, me parece que es necesario no irnos por las ramas ni vendernos pomadas nosotros mismos para constatar, enfrentar y tratar de resolver los graves líos internos del partido de Allende.

Parece natural que a la hora de la peor coyuntura electoral de las dos últimas décadas los dardos apunten a quien, con escasas interrupciones concordadas con Ricardo Núñez, ha dirigido por largos períodos al PS. Por lo mismo pareciera lógico que muchos expresen su deseo de ver al líder de la tendencia más importante del partido asumir su responsabilidad política y electoral por lo que ha ocurrido y por lo que seguramente ocurrirá el 17 de enero próximo.

Sin embargo, tan crítico de la decisión de volcar al socialismo al aparato del Estado como única línea política lo soy respecto de aquellos que han levantado sus voces, particularmente luego de los resultados de las elecciones parlamentarias, para tratar de convencernos que la solución a todos los males provocados por Escalona y sus secuaces es una mágica “renovación de los dirigentes” o, peor aún, la sola incorporación inducida de “caras nuevas”.

La renovación de los dirigentes (casi digo cuadros dirigentes) debiera ser natural y normal en cualquier partido y no una política a reflotar sólo en períodos críticos. Por eso, parece curioso que quienes lo propongan formen parte de las mismas fracciones internas que, por ejemplo, sistemáticamente se han negado a aceptar en los hechos, más que en los discursos, la limitación de la repostulación a cargos de representación popular. No podemos olvidar que en este debate se ha recurrido incluso a la presentación de estudios en derecho para no acatar una decisión adoptada en el Congreso General Extraordinario “Clodomiro Almeyda Medina”, realizado en Concepción en mayo de 1998.

Respecto de la supuesta urgencia de “caras nuevas” la verdad es que sobran argumentos para contradecir una lógica malamente introducida en la sociedad y especialmente en la política. Porque no queda claro que hay detrás de dicha propuesta: ¿sólo dirigentes más jóvenes que los actuales o se está también pensando en militantes que independientemente de su edad tienen la capacidad pero no han tenido la posibilidad de optar a cargos dirigentes por no pertenecer a ningún lote?.

En definitiva el tema no es caras más nuevas o no. El tema de fondo sigue siendo el mismo desde hace rato y sobre eso nadie dice nada: el tipo de partido que queremos tener y para qué. Muchos, la mayoría militante, sigue creyendo que el PS debe aspirar a ser el partido de los trabajadores (manuales e intelectuales), un partido de izquierda, democrático, popular y latinoamericanista. Qué tan revolucionario o reformista no lo se, ese es otro punto a debatir. Sin embargo pareciera que otros quieren el mismo PS actual volcado en el Ejecutivo, pero con otros decidiendo nombramientos, cupos y cuoteos.

Entonces el tema no es si tenemos dirigentes más jóvenes o más viejos, sino si vamos a seguir reproduciendo las prácticas que han terminado por desarticular y desvincular al PS de las masas (o de la gente, como se dice ahora, porque ni pensar en decir pueblo). Si seguiremos tolerando que el partido sea cada día más una federación de lotes, que sea una orgánica sin estructura y sin una institucionalidad que funcione, un partido cuyo tema político central sólo sean las elecciones (internas y generales), un partido sin educación política, un partido sin política comunicacional, o como decía el fallecido compañero Antonio Cortés Terzi, un PS que ha renunciado a su rol de contracultura que lo ha (¿había?) caracterizado históricamente.

Necesitamos que el partido se modernice, incorpore las nuevas tecnologías y la dinámica de las redes sociales, como por ejemplo lo ha hecho el PSOE modificando sus estatutos y creando la figura del cibermilitante o la blogósfera progresista, pero también necesitamos que el partido vuelva a ensuciarse con la tierra o el barro de las poblaciones donde hoy día campea la UDI. Necesitamos un partido que asuma con orgullo su historia y su identidad, pero que también se abra y flexibilice a una militancia distinta a la tradicional, más temática, más social, más generacional, más regional.

Para esa tarea no es indispensable colgar de un árbol a Escalona, ni tener una directiva llena de “rostros nuevos” que en algunos casos pueden ser jóvenes pero igualmente bastante repetidos. Sólo se requiere para ello voluntad política para, como decía Almeyda, hacer del partido una faena permanente.

Necesitamos que en el PS vuelva a instalarse el respeto por las capacidades (especialmente políticas) de los otros y superar así la repartición del animal entre algunos pocos “dueños” de las decisiones y de los votos.

Necesitamos un partido que respete sus acuerdos y resoluciones, donde los parlamentarios se hagan cargo de esos acuerdos y no terminen votando contra la fraternal solidaridad con Palestina; haciéndose cómplices de las iniciativas que contra Cuba impulsan aquellos que visitan Marruecos y no dicen nada, o promoviendo iniciativas, junto a representantes de la derecha más reaccionaria contra el proceso bolivariano de Venezuela, más allá de la opinión que se tenga sobre él. Los chilenos que quieren el socialismo (aún por caracterizar para este siglo) no pueden ser los principales detractores de los procesos revolucionarios impulsados por pueblos hermanos, independiente de la particularidad o peculiaridad de esas construcciones.

El Partido Socialista no puede seguir aspirando sólo a ser un partido de gobierno, debe aspirar como cualquier partido normal a ser la expresión de una forma de ver el mundo en la sociedad chilena, asumiendo los aciertos y errores, y sobre todo haciéndonos responsables de la herencia de coraje, decencia y compromiso que nos legaron mujeres y hombres que soñando legítimamente con un mundo distinto, mejor y más humano, perdieron sus vidas a manos de muchos cobardes y asesinos que aún caminan libremente por las calles.

Lamentablemente, pareciera que algunos, durante estos 20 años se acostumbraron a las prebendas del poder y se resisten a dejarlas. Muchos de ellos no sólo sufrirán si se pierde la segunda vuelta y por ende el gobierno, con todo lo que ello significa, sino también porque verán afectada su nueva forma de vida: discurso socialista, consumo capitalista. Porque será más difícil pagar los colegios privados de los niños, las vacaciones en el extranjero, la nana en la casa y el MBA en universidad privada, y en el caso de los que han accedido a privilegios estatales abandonar el auto con chofer, los cometidos funcionarios con viáticos, vuelos aéreos, buenos hoteles y uno que otro cocktail.

En definitiva de lo que se trata, como lo dije en alguna opinión anterior es de empezar (como lo recomendaba el antiguo y el ya por muchos abandonado manual marxista) por hacernos la autocrítica antes de pedir la cabeza de nadie. Esto es como Fuenteovejuna: somos todos responsables, de una u otra forma de lo que ha ocurrido y está ocurriendo. Por lo tanto hacer correr la sangre de algunos hasta el río puede ser un rito simbólico satisfactorio, pero no se hasta donde puede ser tan práctico y eficaz. Lo que se necesita es sumar confianzas y voluntades para re-construir este partido, modernizarlo y -ojalá- convertirlo en actor real de los procesos y luchas políticas, sociales y culturales que se desarrollarán en este siglo.

Para abrir este debate creo que es necesario que cada uno vea en su interior y a su alrededor hasta donde, de verdad, seguimos teniendo la convicción y las ganas (que es lo más importante) de cambiar el mundo y este país que a estas alturas ya casi no es el nuestro, sino el que tenemos prestado de nuestros hijos y nietos. O hasta donde el capitalismo consumista que inauguró Pinochet y sus boys se instaló en y entre nosotros para siempre. Hasta donde la lógica de los consensos “democráticos” y los equilibrios macroeconómicos y el proyecto económico-social-cultural que representa la versión más neoliberal de este sistema ya se apropió de nosotros y de aquel partido que por más de 70 años declaró su decisión de cambiar el actual orden de desigualdad basado en la contradicción entre el capital y el trabajo.

Como dije al principio, el problema no es Escalona. El problema es el sistema, el problema es el tipo de partido que queremos construir y su proyecto de sociedad. El problema somos cada uno de nosotros.

Written by ciudadanojaviersanchez

marzo 13, 2010 at 22:06

El fin de la transición o al final la alegría prometida nunca llegó (O como los fantasmas de algunos nos conducen a un gobierno de derecha)

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“…para mirar con celo e interés los acontecimientos públicos,

es necesario que tenga el pueblo alguna influencia en los negocios públicos;

es indispensable que el interés particular de cada familia, de cada ciudadano,

esté perfectamente unido con el interés nacional…”

Fray Camilo Henríquez, La Aurora de Chile Nº23, 16 de julio de 1812

Ciertamente no es muy popular decir que en marzo próximo seremos testigos de la asunción del primer presidente de derecha electo democráticamente en Chile en el último medio siglo. De hecho, es muy probable que muchos optemos por ni siquiera ver los registros de este hito en la prensa. Pero cuando son los hechos, las señales desde la sociedad e incluso las dudosas encuestas las que nos enrostran esta posibilidad de realidad no queda más que mirar los datos, analizar los contextos y preguntarse como fue que llegamos a este punto.

Y aunque parezca que me lo tomo con mucha calma, la verdad es que para mi generación se trata de un dato durísimo: una vez más nos tocará “bailar con la fea”. Nacimos en democracia, pero cuando apenas habíamos entrado al colegio aprendimos la palabra golpe y conocimos sus efectos. Más tarde vino la incorporación plena a la lucha política para recuperar esa república que no conocimos pero que aprendimos querer a través de los discursos de Allende. Tras el plebiscito del 88 empezamos a ser relegados por ser demasiado jóvenes y vimos como retomaban posiciones los que se venían bajando de los aviones, con títulos europeos y un largo historial partidario.

Durante estos últimos 20 años mi generación, mayoritariamente, estuvo siempre en segunda o tercera fila, y despiadado cobro del crédito fiscal mediante, descubrimos que ahora somos muy viejos para ser alternativa de recambio. Pero lo peor de todo, especialmente para quienes aún gozamos de cierta buena memoria, es que tras todo este tiempo de vivir en elecciones  -internas y generales- la alegría que soñamos, la verdad, es que nunca llegó.

Y no se trata de herir la epidermis de los concertacionistas más sensibles, sino sólo decir que más allá de carreteras y mucho cemento y fierro, de computadores en las escuelas, de bonos y subsidios, de planes de empleo, nuestro principal sueño de entonces, la democracia verdadera, esa profunda, participativa, progresista, esa democracia radical donde la gente no sólo tuviera derecho a votar cada cuatro años, no llegó. A veces incluso nos queda la sensación de que nunca empezamos siquiera a ir en esa dirección y, peor aún, pareciera que a estas alturas muchos no quieren ahora ni nunca quisieron caminar para allá tampoco.

Así terminamos “adoptando” la Constitución de Pinochet de la que renegamos durante 17 años; aceptamos el mismo duopolio comunicacional que siempre denostamos; hicimos nuestro el sistema económico neoliberal y su sacrosanto derecho de propiedad y nos terminó pareciendo bueno el Estado subsidiario y terminamos enviando a nuestros hijos a colegios particulares subvencionados.

Una señal que quizás no evaluamos bien, o que no quisimos ver, desde un principio del proceso autodenominado como “transición a la plena democracia”, es que ni siquiera en materia de verdad y justicia para las violaciones a los derechos humanos había mucha voluntad política: allí está para recordarlo la tristemente célebre frase de Aylwin de la justicia “en la medida de lo posible”.

Y esa fue la doctrina que terminó imponiéndose: la democracia en la medida de lo posible.

Así, rápidamente, comenzó a articularse el llamado “partido transversal”, de los Boeninger, los Correas, los Tironis, los Insulzas, los Bitares, los Viera-Gallos y donde, para variar, los Mapus asumieron roles destacados.

Y aunque quizás en el primer gobierno concertacionista había razones para que los partidos cumplieran una labor de contención social, esa práctica se hizo hábito y terminó convirtiéndose en obstáculo para el debate y la movilización, para la legítima demanda social y, paradojalmente, es una de las razones que explica el actual estado de deterioro de los partidos políticos.

Y no conformes con eso, los partidos renunciaron a cumplir con su rol histórico, esto es plantear un proyecto histórico (político, no electoral) al pueblo y representar en todos los ámbitos una expresión social, cultural y política de una parte de la sociedad. La consigna de volcarse al gobierno para “garantizar el éxito de la transición”, terminó siendo la línea política de los partidos, los que ahora preocupados de las responsabilidades (y prebendas) del aparato del Estado, dejaron de ir a las poblaciones, dejaron de organizar juntas de vecinos, comités, federaciones de estudiantes y sindicatos.

Así hemos sido testigos de como en las últimas décadas el respaldo político-electoral de los partidos de la Concertación se ha ido concentrando en las capas media y media-alta, mientras que en los sectores más pobres y menos acomodados que fueron el origen, al menos de los partidos de izquierda, hoy la derecha devenida en “popular” ha terminado consolidando no sólo una presencia antes impensable, sino también un liderazgo que se expresa en muchos alcaldes, diputados y senadores.

Por otro lado, la autoridad moral que representaba la condición de ex víctimas de la dictadura y de luchadores por la recuperación democrática frente a la derecha, terminó empatándose con la sistemática denuncia de corrupción que, lamentablemente, encontró tierra fecunda en EFE, Chiledeportes, INDAP, MOP-Gate, los sobresueldos confesados y otras áreas de la administración estatal.

A partir de este empate se consolidó la siempre vigente “política de los consensos” con la derecha, que no es otra cosa que negociar con ella a partir de sus intereses intransables, para lograr algunos “avances” legislativos, bajo la manida premisa de que “es mejor tener una mala ley que no tenerla”. Allí están como testimonio la LGE, la Ley de Pesca, el Transantiago, todas las normas represivas antidelincuencia y muchas otras. En todo caso, también son emblemáticas las deudas de arrastre de esta política de acuerdos a todo evento: no hubo nueva Constitución, no hubo cambios al sistema binominal, no hubo voto para los chilenos en el exterior y no hay aún reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas.

En este contexto también vimos como algunos ya habían internalizado esta relación de coexistencia con la derecha y terminaron haciendo una costumbre esto de ir del sector público al privado y viceversa, especialmente en las mismas áreas: ahí están los descarados casos de Jorge Rodríguez Grossi, Felipe Sandoval, Guillermo Pickering, Jaime Estévez, Eduardo Aninat, Clemente Pérez, Sergio Henríquez y algunos otros menos visibles, pero igualmente constantes, como Sergio Bitar, María Teresa Chadwick, Mariana Aylwin y Edmundo Pérez Yoma.

Así, la despolitización inducida de los partidos y de la sociedad, la aceptación de los códigos y las prácticas que antes criticamos a la derecha terminaron haciendo de la sociedad chilena, una sociedad aparentemente “neutral”, lo que por cierto es reforzado constantemente por los medios, pese a los conflictos que existen y persisten en ella. Ahora, al igual que en la dictadura, sólo se habla de “la obra realizada”, pero nada se dice sobre la desigualdad del ingreso, ni de los miles de chilenos que viene aún en la indigencia y en las pobrezas (material y de las otras).

En este escenario -y aunque algunos se sorprendieron- tuvimos a la derecha a punto de ganar las elecciones presidenciales en 1999 con Lavín a la cabeza, enfrentando nada más y nada menos que al hombre del dedo plebiscitario en ristre, con el discurso de que diez años de gobierno de los mismos era demasiado tiempo y, el punto más asombroso, adueñándose del concepto del cambio, hasta ese momento de la historia sólo presente en la boca y en los programas de reformistas y revolucionarios.

A partir de entonces, la estrategia política de la Concertación sólo se ha basado en la profundización del Estado subsidiario implementando un más estructurado y millonario sistema de protección social, en la mantención de la cesantía a raya a punta de planes de empleo y en agitar un cada vez más hipotético miedo o rechazo de la ciudadanía a votar por la derecha. Es decir, ha sido la propia Concertación la que impuso y promocionó que más importante que votar a favor de algo o alguien, era simplemente votar para que no ganara la derecha.

Pero la suma de la despolitización partidaria y societal, la política de los consensos y la preocupación autocomplaciente con las cifras macroeconómicas tarde o temprano iba a pasar la cuenta. Y eso es lo que hoy estamos presenciando en el marco de una campaña donde Piñera está muy cerca del techo de su sector, donde Frei no sube ni entusiasma, donde la candidatura híbrida de Enríquez-Ominami sólo viene ser la demostración empírica de la descomposición de nuestro sistema político y la postulación de Arrate no es más que un intento evidente por contener el voto de izquierda (concertacionista y extraparlamentario) dentro de los márgenes del PC y su alianza con la Concertación, esperando que, como siempre, ese 4 o 5 por ciento aporte al triunfo del abanderado oficialista de turno.

Y cuando faltan menos de dos meses para la elección presidencial es manifiesta la preocupación concertacionista, especialmente de aquellos que han vivido cobijados en el Estado y en las mesas partidarias las últimas dos décadas. Y tienen razón para estar así, porque esta vez las matemáticas apuntan en dirección contraria a sus intereses. Y aunque la agonía puede prolongarse hasta enero, no será un incremento de los votos de Piñera lo que decidirá el triunfo (es probable que saque menos que el Lavín del 99), sino la cantidad de votos históricamente concertacionistas que esta vez se irán a MEO, Arrate, a blanco o nulo lo que decidirá los destinos del país, al menos durante la próxima década.

Será el ejercicio de la política reducida a pleitos y acusaciones ante los tribunales o la Contraloría, especialmente por temas de corrupción o falta de probidad, y el culto a la individualidad presidencial o de algunos ministros, o la consolidación de las prácticas denominadas díscolas, lo que se traducirá en la derrota de la alianza electoral a la que ha quedado reducida la Concertación, que pese a los esfuerzos de los transversales, nunca llegó a cuajar en proyecto político compartido.

De hecho es penoso contemplar esa reflexión pública que se hace desde el entorno de Frei buscando la respuesta de por qué la popularidad y respaldo encuestal de la Presidenta no logra traspasarse a su candidatura, cuando la respuesta está a la vista: porque ni el gobierno en su conjunto, ni la Presidenta han apostado a marcar la diferencia con la derecha fijando posición clara y nítida, buscando “blindar” la figura de la mandataria, lo que en sistema presidencialista exacerbado como el que tenemos no es menor y que sirve de premio de consuelo a la oferta de gobierno ciudadano y de paridad que se frustró. En este contexto, lo de la píldora del día después y lo del voto para los chilenos en el exterior son apenas las excepciones que confirman la regla.

De hecho, no son pocos los que incluso en plena campaña ya han insinuado que con el apoyo que termina su gestión, Bachelet quedó en primera línea para liderar una postulación concertacionista (o lo que surja del progresismo post Concertación) a La Moneda el 2013. El “laguismo” representado por Girardi y Ominami padre opera también con esta lógica que más que mirar a diciembre fija su mirada en cuatro años más, un escenario donde el nombre de MEO, por cierto, también quedará instalado y disponible.

En todo este proceso, los partidos de la Concertación, por distintas razones tiene mucha responsabilidad que asumir, porque más allá de lo obrado por ellos en estos veinte años, han sido los fantasmas de la Unidad Popular y el golpe los que han gatillado muchas de las decisiones y estrategias equivocadas: mientras los dirigentes socialistas (sobre todo los que vienen de antes del 73) han cargado con el fantasma (autocrítico) de la UP y el estigma de que los socialistas son incapaces de gobernar; los DC, sin decirlo por cierto, han buscado también reinvindicarse de su posición golpista.

Lo curioso y tristemente paradojal, es que pese a todos los esfuerzos desplegados para blindar a los gobiernos y a los presidentes, sacrificando para ello su base social y sus propias orgánicas partidarias, y pese a los reiterados anuncios de términos de la transición en casi todos los gobiernos concertacionistas, ésta tendrá como imagen final la fotografía de Bachelet entregándole la banda presidencial a Piñera.

Es decir, la transición culminará con la legitimación democrática de una derecha que aún tiene fuertes resabios pinochetistas, autoritarios y conservadores, y sin haber cumplido con los anhelos de profundización democrática que muchos soñamos durante 17 años y por los cuales muchos hombres y mujeres (ya casi olvidados) de esta tierra dieron generosamente su vida.

Al final, lo más claro, es que el fin de la Concertación, no es como algunos pretenden, el fin de la historia y, por cierto, que la alegría prometida nunca llegó.

Written by ciudadanojaviersanchez

marzo 13, 2010 at 21:55

Si no alcanzamos a ser como tu fuiste…

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Llega otro 25 de junio y si Carlos Lorca no hubiera caído en las manos de la DINA en 1975, cumpliría el próximo 18 de noviembre 65 años de edad.

Podríamos hacer un sinnúmero de conjeturas sobre las cosas que habría hecho en todo este tiempo si la persecución de que objeto por parte de los organismos represivos de la dictadura no hubiera logrado truncar sus poco más de 30 años.

Podríamos suponer los roles y aportes que habría hecho, sin ninguna duda, si hubiera podido sobrevivir en la clandestinidad y no hubiera terminado en Villa Grimaldi, Colonia Dignidad como atestiguan algunos, o en el mar, como declaran otros.

A estas alturas tendría, merecidamente, un extenso currículum político, partidario, profesional y sobre todo humano, que daría cuenta de sus dotes y capacidades como ser humano, militante, médico y como compañero.

Sin embargo resulta cada vez más raro decir que uno recuerda y se sigue sintiendo en deuda con Lorca, así como también con Exequiel Ponce, Ricardo Lagos Salinas, Carolina Wiff, Mireya Rodríguez, Michelle Peña y tantos compañeros que cayeron, en junio de 1975 cuando intentaban mantener con vida al PS para derrotar la dictadura.

Pareciera que ya no se usa, que la brecha generacional -con su deuda de formación política evidente- ha hecho su trabajo sucio, que la memoria histórica ya no se cultiva entre los socialistas, quienes siempre parecen ocupar más su tiempo en elecciones internas, cargos públicos o campañas electorales de cualquier tipo.

Más lamentable cuando con hacer un simple “googleo” por la red vemos que poco o nada hay desde el partido o lo que queda de orgánica -como se decía antes- sobre Lorca y los valientes compañeros que entregaron su juventud y su vida llena de promesas de futuro por la libertad, por la historia, por los principios, por las convicciones.

Lamentablemente muchos de los jóvenes que militan en el socialismo de hoy no conocen a Lorca salvo por alguna foto, algún video o por el loable esfuerzo de recuperación histórica que ha hecho Juan Azócar en sus libros y que, ojalá, (además de nosotros) futuras generaciones le agradecerán.

Es triste comprobar como la balcanización partidaria producto de la federación de “lotes” en que hoy está convertido el PS ha ido dejando esta estela de carencias a nuestro patrimonio más sagrado, que son los hombres y mujeres que antes que nosotros pusieron ganas, sueños y el pellejo por construir un Chile, un continente y un mundo mejor.

Los socialistas de hoy, esos que admiran a Obama y aborrecen a los pueblos (me dan los mismo los gobernantes) que quieren construir el socialismo, profundizando la democracia en distintas versiones, especialmente latinoamericanas, nunca leyeron el Documento de Marzo y nunca han sentido la responsabilidad de decirse herederos o continuadores del ejemplo de Lorca.

Lorca no fue perseguido, desaparecido y seguramente muerto por “díscolo”, ni por mediático, ni por tener la cuña exacta o el jingle preciso para cautivar a la gente (que en esos tiempos aún se llamaba pueblo). Lorca fue asesinado y seguramente torturado por ser un estudioso de los procesos sociales, por educarse políticamente, por organizar a las masas y trabajar junto a ellas, por socializar la convicción de que era posible hacer transformaciones justas en esta tierra y, sobre todo, por ser consecuente.

Muchos compañeros, especialmente de la generación de los 80, crecimos en el ejemplo de Lorca, de la Dirección Clandestina y del Documento de Marzo. Y por eso nos duele este olvido que es personal, colectivo, pero también institucional. A duras penas se recordó el centenario del natalicio de Allende. Más actividades alusivas hubo en España y en otros países que en Chile.

Espero que esto no sea un síntoma de tiempos aún peores para el PS. El socialismo chileno, su historia y su futuro no se agotan el 13 de diciembre. Es de esperar que no se espere llegar a tocar fondo para reaccionar, para darse cuenta de todo lo que falta por hacer, de todo lo que hemos dejado de hacer. De darse cuenta de la gran deuda que tenemos, hasta hoy, con el sacrificio de Lorca y los demás compañeros.

Por eso, en la esperanza de que aún es posible hacer lo que corresponde, asumiendo la diversidad histórica del socialismo como una virtud  y no como un problema, mi recuerdo sincero, fraternal y revolucionario para uno de los más grandes de los nuestros, que encarna en su figura el compromiso vital de muchos de los que dejaron de estar para que otros muchos de nosotros estemos.

Del Cuaderno de Orientación Socialista Nº18, de julio de 1984, que trae una entrevista a Manuel Almeyda, un artículo de Don Cloro sobre Lenin y una declaración del MDP entre otras cosas, un poema del compañero Esteban Navarro.

Carlos tejiendo con el pueblo la mañana

A Carlos Lorca Tobar

¿Qué árboles, qué hojas te habrán visto?

Y que hombres habrán tocado

tus heridas más anchas que la noche

Quedó solo aquel cuarto

Y un rastro que callaron los verdugos

Pero tu nombre aparece de pronto en las esquinas,

Tu voz nos despierta del silencio

Y andamos del brazo recordándote

Empapando el futuro con tu sangre

Porque si no alcanzamos a ser como tu fuiste,

Queremos que tú seas otra vez entre nosotros

Y a veces un árbol nos dará tu sombra

Un niño tomará tu voz

Y la alzará hasta la muerte!

Written by ciudadanojaviersanchez

marzo 13, 2010 at 21:42