El impresentable IVA a los libros

Hace pocos días atrás, durante una videoconferencia realizada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con el escritor estadounidense de ciencia ficción Ray Bradbury, éste dijo que sólo “la falta de educación convierte a los libros en innecesarios y hace que se quemen solos».

El autor de «Fahrenheit 451», que muestra un futuro en el que la lectura está prohibida y en el que la gente sólo recibe mensajes a través de la televisión, también afirmó que hoy en día las nuevas tecnologías «bombardean a la sociedad con información, pero de cara a la formación de las personas nada es sustitutivo de la lectura».

Uno no puede más que estar de acuerdo con esta visión de Bradbury. Sin embargo, la aplicación de esta lógica en Chile se ve cada vez más lejana. Esto, pese a que no fuimos pocos quienes pensamos que lo del IVA a los libros era una muestra más del oscurantismo que representaba la dictadura, pero que una vez que la democracia retornara, se volvería a considerar el acceso a los libros como algo importante, no sólo para el proceso educativo, sino que para la cultura general y el bienestar de las personas. Lamentablemente, ello no ocurrió.

Para tratar de convencernos que no somos los únicos que tenemos impuestos a los libros, cada vez que se celebra el día del libro y la lectura nos recuerdan que hay otras naciones, incluso más desarrolladas que también tienen impuestos a los textos. Sin embargo, poco se dice que la diferencia radica en que la totalidad de esos tributos cobrados en otros países, se utiliza en la promoción de la lectura, en escuelas y sectores más postergados, incluso financiando ediciones más baratas que se distribuyen a través de bibliotecas populares, y apoyando la publicación de sus creaciones a jóvenes autores que no tienen los recursos necesarios.

Además, en el mismo contexto de esta “celebración”, se aprovecha de satanizar a quienes han cometido el pecado de comprar algún libro “pirateado” en la calle, diciendo que con esta acción deleznable, lo único que hacemos es destruir la industria nacional. En general, sin embargo, se habla poco de las razones que la gente tiene para comprar libros por esa vía, y que en general tiene que ver con el costo. Es decir, la gente quiere leer, pero no puede porque hay un impuesto que hace el acceso a los libros algo secundario y prohibitivo para la mayoría de las familias.

Entonces, ya que ha existido tanta polémica sobre si el IVA baja un punto o si se mantiene, podría aprovecharse de poner una vez más este tema sobre la mesa, para ver cuáles son nuestros puntos de vista como país sobre esta materia.

Sólo como un elemento de debate me atrevería a hacer el siguiente paralelo: si existe una norma vigente como el DL 910 de 1975 que permite a las empresas constructoras obtener la recuperación del 65% del IVA determinado en la venta de viviendas y que alcanzó una devolución promedio de 294 millones de dólares anuales entre 1995 y 2004 y de 290 millones de dólares el 2005, ¿cómo no será posible que el Fisco asuma la “pérdida” que significaría que la gente pudiera acceder a libros más baratos y que seguramente es menor a esta fuga de IVA desde el ámbito de la construcción?.

Siguiendo con el ejemplo, es bueno decir que muchos defienden esta franquicia para las empresas constructoras diciendo que esto significa un incentivo para que éstas participen de la construcción de viviendas sociales. Sin embargo, las cifras son claras: en los últimos 10 años la construcción de viviendas en Chile alcanzó a un promedio anual de 122.635. De esta cifra, poco más de 19 mil unidades anuales corresponden a viviendas destinadas a los sectores de altos ingresos, 40 mil a sectores de ingresos medios y 52 mil viviendas económicas y sociales fueron construidas para los sectores de menores ingresos.
Sin embargo respecto del beneficio las cifras son porcentual y financieramente inversas. Eso quiere decir que de los 294 millones promedio de recuperación de IVA en el sector construcción, sólo un 19,4% de este monto, equivalente a 57 millones de dólares benefició a los compradores de viviendas económicas y sociales, un 34,7% a sectores de ingresos medios y el 45,9% restante (136 millones de dólares) a los adquirentes de viviendas con altos estándares de edificación.

Entonces vuelve a surgir la pregunta: ¿por qué el Fisco chileno se niega a aceptar que los libros no paguen IVA?. Es que entonces ¿ese discurso que se repite desde el gobierno de Frei sobre la importancia de la educación para nuestro país, como herramienta de desarrollo y de construcción de equidad, es válido sólo para la construcción de escuelas y liceos (nuevamente la construcción) y no para el acceso al pensamiento tradicional y moderno?.

Neruda y la Mistral, Ariel Dorfman, Nicanor Parra, Isabel Allende, Skármeta, Marcela Serrano y Luis Sepúlveda, sin duda son más leídos en el extranjero que en nuestro país. Pero no es porque los chilenos estén cada vez más idiotizados frente a la televisión y su carencia absoluta de calidad, ni porque no les guste lo que escriben, sino porque sus libros en Chile son muy caros. Así nadie es profeta en su tierra. Definitivamente, el tema del IVA a los libros resulta cada vez más impresentable.